José Miguel Espinosa, ‘Miguelín’, horticultor, frutero y criador y pastor de ocas: “Las ocas limpian y abonan la tierra”

No es un ganadero al uso que explote comercialmente sus animales, sino que lo suyo es, más bien, pura pasión por ellos, especialmente por las ocas. Un centenar de sus ejemplares son tan conocidos en la tradicional cabalgata de Reyes de Palencia como los propios Melchor, Gaspar y Baltasar.

Una concejala del Ayuntamiento de Palencia, -la malograda Cristina Tejedor-, conocía bien su carácter “dicharachero” gracias a la frutería que tenía y un año, hace más de 30, le invitó a participar en la cabalgata de Reyes con dos ocas que le seguían como si de su propia sombra se tratara. “Al año siguiente ya contaba con 12 oquitas y al siguiente más, y el rebaño fue aumentando...”, hasta las “alrededor de 300” que hoy tiene en la finca El Atropo, al lado del núcleo urbano de la ciudad, José Miguel Espinosa, de 63 años y natural de Grajal de Campos (León).

Gusta que le llamen y se le conoce sobre todo como Miguelín, pero en estas tres décadas también ha sido bautizado como “el encantador de ocas” o “el pastor de ocas”, convirtiéndose con su rebaño, y gracias a su genial y llamativa conexión con estas palmípedas, en uno más de los personajes que desfilan cada 5 de enero por las calles de Palencia con los Magos de Oriente, pero también de Roquetas de Mar, San Sebastián, Santander, Toledo, Ceuta, Madrid. Más aún, sus famosas ocas también han sido aplaudidas en eventos de la talla de la Semana Grande de Bilbao o el desfile de Moros y Cristianos.

Para ello, Miguelín entrena a un centenar de sus aves asiduamente, poniendo especial ahínco en esas como “Ansar o Pinta” que, desde que nacen, “por genética, se ven fuertes y con cualidades” para guiar a la manada. “Les pongo banderitas, les hago circuitos, les toco, les hablo, tiro algún petardo...”, explica, para que se acostumbren a ese jolgorio.

No obstante, si de algo disfruta Miguelín más allá de estas citas puntuales, es de su día a día; de jornadas que ahora, ya jubilado y cerrada su frutería, discurren de sol a sol en la huerta y entre perros, cabras, algún cerdo, una amplia familia de gatos y muchas ocas que son excelentes aliados a la hora de cultivar porque “aportan excrementos que son muy buenos y evitan ácaros, gusanos; devoran insectos, babosillas, caracoles, etc., lo limpian, que ya no te hace falta envenenar la tierra”. Lo dice con convencimiento quien logró “darse el capricho de producir sus propias hortalizas en eco” y asegura que sus “puerros, escarola, brócoli, romanescu, pepino de Palencia, tomates o guisantes lágrima” han tenido siempre tan buena acogida que “no daba abasto a producir”.

Hoy, sigue con la agricultura y las hortalizas como “afición, por satisfacción personal”, colaborando con la Universidad, recibiendo visitas escolares, regalando sus productos, huevos e incluso a algunas de sus ocas para que les hagan de aspiradora a amigos en sus fincas y, sobre todo, deseando que se cumpla uno de sus grandes sueños: que sus dos hijos sigan haciendo desfilar a las ocas.