España lidera en la UE la inversión en cultivos de alto valor

El sector agroalimentario y pesquero en España ha cerrado 2021 con un nuevo incremento del saldo de comercio exterior, que ha rozado los 19.000 millones de euros, duplicando la balanza comercial de hace diez años. Los cultivos de alto valor -frutas, hortalizas, aceite de oliva y vino- forman parte de cuatro de los siete componentes del sector que registran diferenciales positivos, y tienen aún un gran potencial de crecimiento en los próximos años gracias a la demanda creciente en países de alta renta. En el informe OCDE-FAO de perspectivas agrícolas 2021-2030 se concluye que durante esta década los incrementos de producción deberán apoyarse en los rendimientos, y que los flujos comerciales se irán limitando a los mercados de proximidad de los países productores. Ante tal expectativa, se conforma un mercado potencial creciente para los cultivos de alto valor dentro de la Unión Europea, con flujos comerciales sur-norte apoyados en la calidad de los productos españoles y de la alta renta de los países receptores, cuyos ciudadanos ya están cambiando sus dietas hacia estos productos agrícolas.

El saldo comercial de los cultivos de alto valor ha superado los 20.000 millones de euros en 2021, lo que supone un crecimiento del 42% respecto a 2012, y la tendencia sigue al alza gracias al cambio estructural que se está produciendo en el sector agrícola durante estos últimos años. Si se comparan la superficies dedicadas a los distintos usos agrícolas en 2021 y 2004, se observan importantes diferencias por tipos de cultivos, que son el primer paso para explicar el crecimiento de las exportaciones de cultivos especiales. Por superficie, son el olivar y los frutos secos -principalmente almendro y pistacho-, los que han aumentado su superficie de cultivo por cambio desde otros cultivos herbáceos; sin embargo, la variable precio basada en la calidad y el tipo de producto tiene un papel aún más importante en la evolución de estos cultivos. De hecho, entre 2012 y 2021, las hortalizas han incrementado sus exportaciones un 39% en peso, pero un 69% en valor, y las frutas un 10% en peso, pero un 59% en valor. Por este motivo les denominamos cultivos de alto valor.

Este cambio en las producciones agrícolas es ahora fácil de observar y explicar, pero en el sector de la maquinaria agrícola se ha venido pronosticando en los últimos años al observar la reducción drástica que se estaba produciendo en la inversión en bienes de equipo en la agricultura española. El cambio de producciones agrícolas no tiene efectos económicos a corto plazo debido al tiempo que es necesario que transcurra hasta que las plantaciones entran en producción, y la renta agraria no ha reflejado hasta 2019 el aumento del valor de estos cultivos en el total de la producción vegetal, cuando además ya suponían más del 70% del valor de dicha producción. Sin embargo, otros componentes de la renta agraria sí que estaban mostrando el cambio, pero hace falta contrastar varias bases de datos para obtener la información necesaria.

Existen dos componentes esenciales para medir el crecimiento económico del sector agrario que están estrechamente relacionados, pero que ofrecen una visión diferente de la inversión en las explotaciones agrarias. Sin embargo, cuando el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) publica anualmente los datos de la renta agraria, curiosamente sólo ofrece uno de ellos. Hablamos del consumo de capital fijo y de la formación bruta de capital fijo (FBCF).

El consumo de capital fijo (que ha de distinguirse de las amortizaciones aplicadas con fines fiscales o contables) debe estimarse basándose en las existencias de activos fijos y la vida económica media probable de las diferentes categorías de estos bienes, y su lenta variación a lo largo del tiempo permite ofrecer datos de la renta agraria más favorables -ya que la inversión se resta del valor añadido bruto-, pero oculta el bajo nivel de inversión anual que se produce en las explotaciones agrarias. El desgaste normal y la obsolescencia previsible de los activos fijos durante el periodo contable constituyen un gasto, implícito en tanto no se sustituya el activo por una nueva adquisición. El consumo de capital fijo mide este desgaste y obsolescencia, pero no muestra la inversión que realizan anualmente los agricultores.

La FBCF es el resultado de sumar las inversiones realizadas en activos nuevos -tanto nuevos como usados importados- y activos usados, y restar las ventas de activos. Como el precio de compra y venta de un activo usado suele ser el mismo, lo que se restaría por las ventas sería igual a lo que se sumaría por las compras, por lo tanto, la FBCF representa esencialmente las inversiones en activos que se incorporan por primera vez a la actividad económica. Existen varios tipos de activos, pero los que tienen mayor peso en la FBCF son la maquinaria -se exceptúan los equipos portátiles ya que su valor se suele amortizar en menos de un año, siendo considerados entonces como costes intermedios- y las plantaciones -incluyéndose, en el caso de España, las adquisiciones de terrenos y mejoras realizadas en las explotaciones, como son los sistemas de riego-.

En España se cuenta con el registro público de maquinaria agrícola (ROMA), que ofrece datos precisos de unidades, tipos de máquinas y volúmenes de inversión, pero que adolece de un problema: no incluye las máquinas suspendidas. Por ese motivo, la cuantificación de la inversión total en maquinaria agrícola no es exacta si se utiliza únicamente el ROMA; y como el MAPA no publica los datos de FBCF en maquinaria, es necesario acudir a EUROSTAT para obtener dichos datos y poder evaluar la inversión en bienes de equipo.

Lo interesante al comparar ambas bases de datos es la reducción que se está produciendo en la inversión de equipos suspendidos, ya que a lo largo de la última década ambas curvas han recortado distancias. Los cultivos de alto valor han estado caracterizados por una menor mecanización y un mayor papel de la mano de obra principalmente en labores de recolección, por lo que la reducción de la FBCF está estrechamente relacionada con la reducción de la inversión en equipos suspendidos y el cambio hacia inversión en equipos usados.

El estancamiento de la renta agraria tras el desacoplamiento de las ayudas a la producción ha provocado una desinversión en cultivos herbáceos, a la que se sumó la estabilización de precios de los cultivos de primera necesidad después de las crisis alimentarias de 2008 y 2012. Si embargo, la pandemia que seguimos sufriendo junto al conflicto bélico en Ucrania, ha traído la especulación de nuevo a los mercados que ha elevado los precios de los cereales y que incrementará el valor de la producción en 2022 -aunque los incrementos de la energía y fertilizantes dejarán la renta agraria de nuevo estancada si no la disminuyen-.

Las explotaciones agrícolas han reducido su inversión en maquinaria, pero han destinado parte de su renta a inversiones en plantaciones, y conforme al crecimiento de las exportaciones descrito anteriormente, están empezando a mostrar rentabilidad. Los últimos datos publicados en 2020 muestran un volumen de inversión en plantaciones de 1879 millones de euros, lo que supone un crecimiento del 100% respecto a 2011; mientras la inversión en maquinaria se ha deslomado un 16% en el mismo periodo.

Es importante indicar que la FBCF de España en plantaciones supuso en 2020 el 45,6% del total de la UE, seguido por Francia (16,9%) y Alemania (12,3%), por lo que el potencial de crecimiento de los cultivos de alto valor en España es elevado y se puede esperar un aumento de la inversión en maquinaria específica para este tipo de cultivos a medio plazo, para las explotaciones que entren en producción, y a largo plazo, para las nuevas plantaciones en las que siga invirtiendo.

El consumo de productos agrícolas está cambiando, y se esperan mayores cambios en la próxima década. Las explotaciones agrícolas en España llevan años invirtiendo para adaptarse a estos cambios, ofreciendo productos de calidad a los ciudadanos de la UE. España se está diferenciando de otros productores del área mediterránea, y es necesario que se apoye desde el sector público estas iniciativas, que se apoyan en empresas tecnológicas, tanto fabricantes nacionales como empresas multinacionales, que ya están colaborando incluso entre diferentes subsectores industriales para adaptarse a las prácticas agrícolas que demandan los cultivos de alto valor. España debe liderar a nivel mundial la digitalización de esta agricultura, que en la UE ya supera en valor al resto de cultivos.