“El volcán nos ha puesto en el mapa nacional del vino y hay que aprovecharlo”

La “sequía arrastrada desde hace cinco años” y fuertes olas de calor como la que el año pasado dejó “tres días con temperaturas de hasta 49 grados”, la habían empujado a una crisis productiva, pero lo peor llegó en septiembre. Entonces, la erupción del volcán Cumbre Vieja ensombreció aún más la viticultura de La Palma y la dejó “ante un futuro complejo e incierto”. Así lo relata el viticultor y presidente del Consejo Regulador de la Denominación de Origen de Vinos La Palma Adalberto Martín (59 años), quien asegura que están en un momento “post volcán” en el que “el paisaje de la zona afectada ha cambiado considerablemente” y hay que reinterpretarlo y ver cómo va a funcionar a partir de ahora para el viñedo.

Bajo lava y ceniza han quedado 50 de las 459 hectáreas que la DO amparaba, sobre todo de “listán blanco y negramoll”, pero también de variedades minoritarias e incluso con cepas centenarias, endémicas y algunas desconocidas. Afortunadamente, podría no perderse ninguna de ellas gracias a que en junio había arrancado un proyecto para estudiar en profundidad el patrimonio vinícola palmero. Hasta 70 muestras están congeladas en la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona -entre ellas 13 enterradas en cinco viñedos que no se podrán rescatar-, a la espera de caracterización genética y posible réplica mediante técnicas in vitro.

Confía, pues, el Consejo, en que pese a todo, el estudio enriquezca más un sector que, aun siendo “pequeño, con apenas unos 552.000 kilos vendimiados la pasada campaña bajo la DO”, mima todo “un reservorio” de 23 variedades que se traducen en vinos singulares -en su mayoría fruto de “cepas sin injertar por haber quedado la isla libre del ataque de la filoxera”-, entre los que podría destacarse el genuino vino de Tea, un caldo de elaboración tradicional de la subzona Norte, al que da “una especial carácter su paso por barrica de tea, hecha con el corazón del pino canario”, y para el que se busca la distinción BIC. Gracias a ese rico puzle, puede presumir la isla, con tres zonas vitivinícolas con sus similitudes y peculiaridades -Norte, Fuencaliente y Hoyo de Mazo-, y gracias también a las 21 bodegas y 829 viticultores de la DO, de vender todo lo que produce y de una carta que “el Cumbre Vieja ha puesto en el mapa nacional del vino”. “Nos ha dado una visibilidad que hay que aprovechar” -de hecho, es ya casi imposible encontrar una sola botella entre los distribuidores en la península-, dice Martín consciente de las dificultades que añaden la lava inerte y la ceniza volátil, pero con empuje. Es hora, añade, de buscar que el Plan de Empleo Especial activado sirva para ejecutar las infraestructuras hidráulicas que el viñedo necesita con urgencia y poner este cultivo en el lugar que debe corresponderle en La Palma, donde es vital como cortafuegos y al que debe prestarse atención para que, como del plátano, también se pueda vivir de la uva.