Grandes y devastadores: los incendios que nos deparan los próximos 50 años
El jefe del Servicio de Restauración y Gestión Forestal de la Junta de Castilla y León, Javier Ezquerra, advierte de que nuestros bosques están en su fase más crítica de combustibilidad y urge una “política forestal integral decidida” para aminorar los riesgos
Todavía se respira humo en las 10.000 hectáreas arrasadas por el fuego en la malagueña Sierra Bermeja. Y apenas ha pasado un mes desde que España viviera el cuarto peor incendio de su historia -desde que se procesan estadísticas-, el que el pasado 14 de agosto se desató en Navalacruz (Ávila) y se saldó con 22.037 hectáreas calcinadas. A menudo, llegamos a conocer cómo se han originado estos abrasadores fuegos que durante días copan informativos y congelan corazones; también, los detalles de los dispositivos que se afanan por controlarlos y extinguirlos; incluso, apuntes sobre cómo las condiciones climatológicas favorecen, en unos casos, su expansión, en otros su erradicación.
Enseguida llegan los análisis sobre los errores humanos y administrativos que hay detrás del fuego y el anuncio de dotaciones económicas millonarias para impulsar medidas inmediatas, de emergencia y de medio y largo plazo encaminadas a paliar sus efectos. Pero casi nunca nos detenemos a mirar más allá de la superficie calcinada, a indagar en por qué el patrimonio natural que ha situado a nuestro país en el segundo puesto del ranking verde del continente arde, en ocasiones, como la pólvora.
Hoy lo hacemos de la mano de un experto, el jefe del Servicio de Restauración y Gestión Forestal de la Consejería de Fomento y Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León, Javier Ezquerra, quien, apenas iniciado un alegórico paseo por el bosque español, lanza una primera y seria advertencia acerca del mismo: nos va a deparar grandes, y por consiguiente devastadores, incendios “durante los próximos 50 años”. “Nadie que estudie el tema puede imaginarse que vamos a estar veinte años sin otro incendio de estos gordos, gordísimo”, afirma, antes de aludir al peor de los costes que puede haber: “por no hablar de vidas humanas, porque viendo lo que pasa en países de nuestro entorno, pensar que en España no vamos a tener un incendio en el que perezcan 20, 30 o 60 personas es muy, muy ingenuo”.
La juventud de nuestros bosques tiene la culpa de ese riesgo potencial, explica. No en vano, hasta las décadas de los 50-60 del siglo pasado, “la vegetación en España no había hecho más que reducirse, desde entonces no ha hecho más que crecer”, llegando en la actualidad a encontrarnos con “el momento de mayor masa vegetal en la historia de España”. No obstante, el problema no está en la cantidad, sino en la calidad, es decir, en que no se trata de “bosques de 100 ó 200 años”, sino que hablamos de una “vegetación joven que se encuentra en su fase más crítica de combustibilidad”, donde el peligro arranca abajo, en un sotobosque cerrado y un matorral denso en los que el fuego prende sin impedimentos, y sube hacia arriba con suma facilidad.
No es alentador, pues, el panorama que para las próximas décadas vislumbra Javier Ezquerra, quien recalca que lo importante es “que tomemos conciencia de cuál es el problema real” para actuar conforme a él. Y no, añade, “no se trata de apelar al mantra de que hay que apagar los fuegos en invierno” con el que muchas veces se alude a los trabajos selvícolas como principal vía para prevenir los incendios forestales. “La gente no se hace idea del gasto que sería necesario...”; “haría falta todo el presupuesto del Gobierno de España para mantener limpios nuestros montes”; “habría que quitar hospitales para limpiar montes”, esgrime el jefe del Servicio de Restauración y Gestión Forestal del Ejecutivo castellano y leonés antes de ejemplificar: “limpiar una hectárea de monte, con un tratamiento normal para aligerar el combustible, cuesta 3.000 euros; pero es que, en cinco años, está otra vez igual. Y en Castilla y León, por ejemplo, no tenemos una hectárea, tenemos cinco millones”, con lo que, sin mayores cálculos, serían necesarios 15.000 millones de euros. Y, “si en mi departamento gastamos cada año 20 millones en estas tareas, por mucho que tengamos 40...”, deja en el aire retóricamente.
Una estrategia con tres pilares
En definitiva, “por mucho trabajo silvícola que hagamos en invierno, -que se hacen-, nunca vamos a llegar”, resume un Javier Ezquerra, para quien la fórmula de aminorar los riesgos de esos posibles grandes incendios venideros hay que buscarla de manera urgente en “una estrategia conjunta de manejo del territorio”, en “una política forestal decidida e integral, con la implicación de todas las administraciones y organizaciones forestales”. Desde una perspectiva basada en la experiencia, para él esa estrategia debe recoger ineludiblemente líneas que favorezcan la ganadería extensiva, una actividad que resulta del todo vital para el correcto mantenimiento del monte, así como otras “que impliquen a los órganos competentes en materia de infraestructuras de comunicaciones en tareas que no forman parte del ámbito estrictamente forestal, pero que son absolutamente necesarias”. Las cunetas tienen que estar limpias, también los entornos periurbanos y las parcelas urbanas, no pueden circular locomotoras que provoquen chispas, ni puede edificarse en mitad de un monte sin asumir un elevado riesgo..., enumera Ezquerra para concluir que, eludir estas tareas, genera “entornos más combustibles que el propio monte” y, además, en las zonas más críticas, que son las urbanas.
Por último, como tercer pilar, y más importante que los anteriores, si cabe, el jefe de Servicio asegura que esa estrategia debe “poner en valor el monte y propiciar un buen sector maderista”, porque, de esta manera, se consigue “tener un sotobosque limpio, la dosis correcta de madera muerta y la densidad de árboles adecuada”. Además, “un buen aprovechamiento maderero genera empleo, beneficio y, con ello, implicación social e interés por evitar los incendios”.
“Que se viva del monte, sí es la mejor defensa preventiva de los incendios que se puede hacer”, concluye con absoluta rotundidad Javier Ezquerra, no sin pasar por alto la indiscutible importancia que la puesta en valor del monte tiene, además, para evitar lo que él mismo denomina “el drama silencioso del incendio”, es decir, la pérdida irrecuperable del suelo. En ocasiones ocurre que el fuego aniquila a su paso “hasta 10 centímetros de suelo, que es la mejor parte porque es donde se acumula la materia orgánica de la que luego se nutren los árboles para crecer, y si se van 10 centímetros, se te ha ido entero y eso a lo mejor tarda en recuperarse 300 o 400 años”, afirma. “En un incendio se pueden haber perdido muchas cosas que se recuperan, pero otras, a escala humana, son irrecuperables”.
Alineada con el desarrollo sostenible
No obstante, no se trata sólo de prevenir esos potenciales fuegos por todas las implicaciones y consecuencias directas que pueden tener tanto a nivel humano, como para la actividad ganadera o en la conservación de nuestra fauna o el conjunto de la biodiversidad, sino que la política forestal integral a la que urge Ezquerra iría, además, alineada “con los objetivos del desarrollo sostenible, con el pacto verde europeo, la apuesta por la bioeconomía, la reducción de combustibles fósiles, la necesidad de un mayor peso de la madera en el sector constructivo y en la elaboración de envases no plásticos, la apuesta por sumideros de carbono para luchar contra el cambio climático...”. Más aún, en nuestro país sería fundamental “para afrontar el reto demográfico” y dar vida a esos entornos rurales que han venido a bautizarse como la España vaciada.
“Todo confluye” hacia el sector forestal, recalca Javier Ezquerra, pero “los políticos no se lo acaban de creer” o los implicados en él “no estamos sabiendo transmitirlo de la manera correcta”. Quizá sea, añade en ese sentido, porque, “siendo ya extremadamente sinceros, somos pobres, somos un sector pequeño en la sociedad y al pobre se le hace poco caso”.
“Si esto lo dijeran las eléctricas, seguro que se les escucharía”, lamenta un experto forestal que, para concluir este paseo por los bosques españoles subraya un mensaje: si apagar un fuego cuesta mucho, prevenirlo muchísimo más y evitarlo, sólo es posible si sabes el momento y el metro cuadrado exacto en el que va a originarse, tres grandes problemas ante los que el arma más útil, reitera con contundencia, es una: “la puesta en valor de los montes”.