Potencial de la simbiosis industrial en el sector agroalimentario

La economía circular resuena cada vez con mayor fuerza e insistencia en los medios de comunicación, adquiriendo gran relevancia en todos los sectores económicos e industriales. Ahora está más de actualidad que nunca debido a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático celebrada en Glasgow o la crisis de suministros que estamos viviendo actualmente (que se proyectará previsiblemente hasta mediados de 2022). Pese a considerarlos hechos aislados, nada más lejos de la realidad. Las cada vez más frecuentes, intensas y duraderas crisis en ámbitos aparentemente independientes como el medioambiental, económico, energético, de suministro (y materias primas), social, sanitario e higiénico muestran claramente su interdependencia y como la correcta actuación sobre algunos de ellos conllevaría la mejora del resto.

Pero, antes de esto, convendría reflexionar sobre varias cuestiones: ¿qué es la economía circular?, ¿cómo deben y pueden actuar las empresas? Según la Comisión Europea, se define economía circular como un modelo de producción y consumo que implica compartir, arrendar, reutilizar, reparar, renovar y reciclar materiales y productos existentes el mayor tiempo posible, alargando el ciclo de vida de los productos presentes en el mercado. Esto implica la minimización de residuos en la práctica, es decir, los materiales que conforman un producto que ha llegado al final de su vida útil se mantienen en la economía siempre que sea posible (entrando en términos de upcycling, recycling y downcycling), utilizándose de forma productiva una y otra vez. Sin embargo, esta definición no implica que finalmente no se tenga un residuo, sino que un mismo material está dando más valor que el estimado previamente.

El actual modelo económico de producción y consumo es lineal y está centrado en maximizar la obtención del producto mediante el uso de materias primas de gran calidad, sin reparar en la generación de residuos ni en el desperdicio que pueda provocar. Esto no es distinto en el sector agroalimentario, el cual es uno de los pilares de la economía española y aporta más del 9% del PIB nacional.

Pero las estrategias encaminadas a conseguir un modelo económico puramente circular, en cualquier sector industrial en general y en el sector agroalimentario en particular, no siguen una implantación inmediata. Se requiere de un estudio minucioso de las actividades y subactividades de dicha empresa agroalimentaria para definir claramente en qué puntos introducir cambios que permitan incorporar progresivamente la circularidad en algunas etapas y que, de manera natural, permitan desarrollar estrategias que conlleven un uso y producción sostenible.

Por tanto, la circularidad mide el valor de los recursos, materiales y productos por su uso productivo y su vida útil, dejando atrás la métrica “consumo”. Así, el aprovechamiento de recursos agroalimentarios, a través de la innovación tecnológica, es una estrategia crucial dentro del desarrollo de la circularidad en una empresa. En este sentido debe mirarse más allá, ya que residuos agroalimentarios pueden ser una fuente de recursos de valor (proteínas, ácidos grasos o compuestos bioactivos), fertilizantes, electricidad (pilas de combustible microbianas o turbinas de aprovechamiento), biocombustibles o el agua regenerada. Sin embargo, en muchas ocasiones, no existen relaciones entre distintos agentes de la cadena de valor que favorezcan su valorización, lo que nos lleva al interés por la simbiosis industrial.

La simbiosis industrial se resume como el proceso por el cual residuos y subproductos (incluyendo agua y energía) de una industria se convierten en materia prima de otra, fomentando el uso sostenible de los materiales. Esto conlleva la colaboración mutua entre empresas del mismo u otros sectores industriales para impulsar la relación ganar-ganar interempresarial, encontrar maneras de adquirir mayor competitividad y alcanzar un intercambio sinérgico de recursos infrautilizados. Esta definición permite expandir los límites de la sostenibilidad y la circularidad más allá de los procesos internos de una nave industrial, ligándolo intrínsecamente a la existencia de sinergias intersectoriales ya no solamente limitado al proceso productivo, sino también válido en actividades auxiliares que permiten dichos procesos productivos y, por ende, su actividad industrial.

Volviendo al sector agroalimentario, existen varios ejemplos de simbiosis industrial que merecen ser mencionados y muestran la importancia de la innovación tecnológica como caballo de batalla, aunque existen más ejemplos de sinergias naturales entre empresas afines o cercanas geográficamente que el gran público no tiene constancia. Un primer ejemplo real sería el uso de subproductos obtenidos en la elaboración de aceite de oliva virgen como el alpeorujo (formado por agua, partes sólidas de aceituna y restos grasos) para la obtención de compuestos bioactivos para su uso en cosmética, la producción de compuestos celulósicos, la generación de energía o la producción de fertilizantes que pueden utilizarse en el campo. Este ejemplo conecta a las almazaras y orujeras con el sector cosmético y el de las energías renovables (generando biogás o biometano para reducir la demanda energética de empresas circundantes) y, a su vez, con los mismos agricultores a través del uso de una serie de productos finales que ellos mismos ayudan a generar con sus olivos. Otro ejemplo similar sería la transformación de residuos y subproductos vitivinícolas en biocombustibles, bioplásticos y biofertilizantes.

Otro ejemplo real sería la adecuación de aguas residuales del lavado de los cítricos durante la postcosecha (con alta carga en pesticidas), otorgándole una segunda vida útil al agua ya sea en la misma máquina lavadora de fruta y en el campo de los agricultores cercanos como agua de riego.

En conclusión, los beneficios de la simbiosis industrial aplicada al sector agroalimentario se reflejan en una clara y robusta apuesta por la innovación tecnológica, necesaria para impulsar la mejora continua y la economía industrial mediante la creación de alianzas o propuestas de colaboración entre empresas intra e intersectoriales con el fin de alcanzar una sostenibilidad industrial y socioeconómica real y tangible entre empresas y el ecosistema que las comprende, siendo su reflejo un claro beneficio social.