La otra vida del champiñón: jabones, bioplásticos y comida para mayores

El proyecto Funguschain ha puesto en valor el residuo del champiñón al obtener nuevos productos dentro de una iniciativa de bioeconomía circular en la que se implica a toda la cadena de valor del sector alimentación, cosmético y plástico. Además, ha permitido desarrollar una revolucionaria biorrefinería

El champiñón es un hongo muy conocido en gastronomía, pero su valor va más allá de su aporte alimentario y culinario, ya que tiene múltiples propiedades para ser utilizado en otros nuevos productos. Es una valorización que se ha llevado a cabo dentro del proyecto europeo Funguschain, centrado en aprovechar los residuos de este hongo para desarrollar bioplásticos como bolsas compostables para la compra o basura y láminas de plástico para cultivos agrícolas, así como cosméticos con la creación de jabones y aceites esenciales. Además, se han obtenido suplementos o alimentos multiproteicos, que están especialmente indicados para personas mayores.

Son productos novedosos en el mercado con los que se revalorizan y aprovechan industrialmente las miles de toneladas de residuos de champiñón que se generan anualmente en Europa, ya que se estima que, por cada kilogramo de champiñón cultivado, se desecha alrededor de un 25% como residuo. Con este aprovechamiento de la materia prima, se avanza en un modelo de economía circular en el que está implicada toda la cadena de valor de los sectores alimenticio, cosmético y plástico.

La clave del desarrollo de estos nuevos productos está en el tallo, que no es habitual que se comercialice ni se use en gastronomía. “Se aprovecha esta parte que iría a la basura si no se emplea. Ya es un paso importante. Hemos hecho estudios de viabilidad ambiental y económica y salen resultados positivos”, explica Marta Redrado, responsable del proyecto y project manager en AITIIP, centro tecnológico zaragozano que ha participado en este proyecto junto a 15 socios de diez países europeos entre los que destaca Monaghan Mushrooms, uno de los mayores productores de champiñones del mundo.

La investigación realizada ha permitido comprobar que el tallo del champiñón tiene moléculas de altísimo valor proteico. Para su utilización, el proyecto se basa en un “proceso de cascada con el que se sacan las moléculas, que son sometidas a un tratamiento químico con el que se obtiene un producto final en polvo, que luego se aplica para obtener un nuevo producto. Hay distintas fases encadenadas para llegar a un producto final”.

Es esta materia la que se emplea para los nuevos desarrollos realizados a partir del champiñón como los distintos bioplásticos con diversos micrajes que se han obtenido a través de diferentes formulaciones en las que se combina el material bioplástico y residuo de este hongo, junto con aditivos y biolubricantes.

Biodegradable

A partir de esta base se han desarrollado las bolsas de basura compostables, bolsas para la compra y láminas o acolchados para cultivos agrícolas. La novedad de estas bolsas a diferencia de las ya presentes en el mercado “es que tienen el residuo del champiñón y son biodegradables, pudiéndose utilizar hasta 20 veces manteniendo prácticamente las mismas propiedades que el producto inicial”. De este modo, estas bolsas tienen más usos que otras biodegradables por su mayor resistencia, lo que permite su reutilización.

En el ámbito de la cosmética, “se usa como antioxidante, sustituyendo a los industriales o químicos”. De esta manera, se obtienen productos que pueden ser clasificados como cosmética natural, aparte de ser más sostenibles. En este caso, la clave está en la incorporación de quitosano en las diferentes formulaciones, lo que ha permitido el desarrollo de tres tipos de productos de origen 100% natural: emulsiones, aceites esenciales y pastillas de jabón.

Las superpropiedades del champiñón también han llegado al sector alimentario porque sus moléculas tienen muchos beneficios nutricionales y propiedades que pueden ayudar en el síndrome metabólico asociado a la obesidad, entre otros. La investigación ha permitido comprobar que la incorporación de estas moléculas a alimentos blandos como pan, salchichas o salsa instantánea de champiñones presenta características favorables para la salud. Es un campo de interés especialmente para las personas mayores o “quienes tienen problemas para tragar porque, al añadir el champiñón, se realiza un aporte de vitaminas y proteínas”. De este modo, se convierte en suplemento de vitamina B12 o complemento de proteína de fuente vegana.

Nuevo concepto de biorrefinería

Funguschain no solo se ha centrado en obtener nuevos productos a partir del champiñón, sino que también ha favorecido el desarrollo de un nuevo concepto de biorrefinería. El productor Monaghan Mushrooms ha establecido un centro de tratamientos de residuos de champiñón en Irlanda para acometer los procedimientos de estabilización, pretratamiento y extracción en cascada, que se han investigado en el marco de este proyecto.

En concreto, se ha establecido un nuevo concepto de biorrefinería para extraer las moléculas del champiñón, que está estructurado en cuatro fases correspondientes con la extracción en frío, extracción asistida por microondas, extracción presurizada con agua caliente y digestión anaeróbica. Cada una de estas fases -pueden ser paralela al resto- conlleva una metodología distinta de extracción para la obtención de los diferentes productos.

El objetivo ahora tras los buenos resultados conseguidos en el proyecto es dar más pasos. “Al tener socios que son industriales tanto de cosmética, comida o plástico, tenemos que ver si lo pueden explotar ellos o bien llevarlo al siguiente paso, ya que el proyecto es demostrativo” con el fin de ir avanzando hacia un proceso industrial y puesta en el mercado. De momento, ya se han hecho contactos -sobre todo a través Monaghan Mushrooms que tienen la planta piloto en sus instalaciones-, que están interesados en comprar producto para aplicarlos luego a sus procesos. El proyecto Funguschain ha contado con un presupuesto de más de 8 millones.