El merino español vuelve a mirar a la lana en busca del lustre perdido

Emprendedores como la Ganadería Hermanos Sorrosal o la firma dLana y criadores agrupados en una asociación nacional recuperan la cultura en torno a una actividad lanera que España lideró durante siglos y en la que hoy busca de nuevo hueco aferrándose al valor del origen de esta raza ovina

Secular embajadora del ovino nacional, la merina pura española lideró el mercado mundial de las lanas de lujo entre los siglos XV y XVIII, e incluso conquistó para su principal seña de identidad el inequívoco apelativo de oro blanco. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo pasado, el merino puro se encontraba tan debilitado que la daga de la desaparición se cernía sobre él y el poderío lanero español se había desinflado por completo. Saltaron entonces las alarmas y, entrados en la década de los 70, el Gobierno decidió impulsar la Asociación Nacional de Criadores de Ganado Ovino -oficializada en 1975-. De su mano, y tras casi 50 años de esforzado trabajo, el merino camina hoy por la vereda que ha de llevarle a recuperar su lustre.

Le han reconducido hacia la misma ganaderos vocacionales, con un fuerte vínculo emocional con la raza, amantes de lo propio y, en muchos casos, emprendedores, como es el caso de Luis, uno de los cuatro hermanos Sorrosal Postigo que en 2015 decidieron continuar la tradición familiar en Mediana de Aragón, una pequeña localidad del sur de Zaragoza.

Tres esquiladores y una enfermera

A su padre, criador de rasa aragonesa, se lo había llevado repentinamente una enfermedad y era el momento de decidir cerrar el libro de la explotación o mantenerlo. Y ellos, tres esquiladores y una enfermera, apostaron por lo segundo con 12 ovejas merinas compradas “a una buena ganadería de León”, condición impuesta por el propio Luis, hasta entonces esquilador en exclusiva. Había viajado por “Australia, Canadá, Argentina, Nueva Zelanda, etc., por los cinco continentes” y su experiencia, sobre todo en Nueva Zelanda -país de referencia para él en crianza, manejo y tratamiento de la lana-, le marcó el camino: tenían que ser merinas.

En la actualidad, la Ganadería Hermanos Sorrosal la componen unos 500 ejemplares, algunos de ellos de merino puro español que conviven con otros de cruzas con merino francés y neozelandés. Y es que, como señala Luis, la suya es todavía una ganadería joven que se encuentra inmersa en pruebas para obtener una mejor lana. De hecho, entre sus planes inmediatos está el de “volver a trashumar al Pirineo para mejorar el rendimiento lanero y el bienestar animal”, afirma.

Es su gran objetivo, a pesar de que, hoy por hoy, “con la lana no vivimos” y no es sino “un plus” que apenas genera “una cuarta parte de la ganancia que te da la carne”. Sin embargo, lo tiene claro: “es mi producto estrella, mi pasión, mi motivación en la búsqueda de la mejora de la ganadería”, sentencia.

Esa pasión no sólo la denota el propio ganadero al hablar de su trabajo, sino que se ve. Y la ha sabido ver, claramente, dLana, una pequeña empresa impulsada, también en 2015, por Esther Chamorro y Javier Benito en San Lorenzo del Escorial (Madrid), que transforma la mejor lana merina de España procedente de ganaderías trashumantes y extensivas. Los más de 1.500 kilos de lana que las ovejas de los hermanos Sorrosal producen son transformados por esta pareja de emprendedores en hilos y lanas que se venden en su tienda física y a través del canal online no sólo en España, sino también en países como “EEUU, Japón, Alemania, Canadá, etc.”.

Más demanda por la pandemia

Son productos, añade Javier, “principalmente para tejer en casa”, cuya demanda ha crecido con la pandemia. En ello habrá tenido que ver el mayor tiempo que pasamos en el hogar, pero, sin duda, también los lazos que dLana ha tejido con nueve diseñadoras para ofrecer kits a medida con patrones y lana, así como el especial mimo que ponen en controlar el proceso de su lana de cabo a cabo: antes del esquileo, haciendo un seguimiento al rebaño durante todo el y, después, participando en la selección y acompañando la materia prima separada en mesa por calidades a los talleres artesanales de lavado, secado, cardado e hilatura con los que trabajan y sobre los que repercuten “más del 30% del precio bruto del producto final”, en lo que es un compromiso personal y profesional con una “fabricación local de calidad”.

En total, son cinco los puestos de trabajo directos asociados a dLana y otros 40 los trabajadores indirectos que participan en la transformación a lo largo de una cadena en la que, afirma el emprendedor, a veces lo tienen “más difícil” por ser la suya producción pequeña, y en la que incluso tienen “que pagar más” por mantener al 100% la trazabilidad de su lana, una cuestión, sin embargo, irrenunciable.

Otros muchos emprendedores y ganaderos pelean a diario por recuperar para el merino criado en España la pujanza perdida en favor de países como Australia, que hoy acapara el 88% de las exportaciones mundiales de lana merina. Muchos de ellos lo hacen de la mano de la Asociación Nacional de Criadores de Ganado Ovino, un colectivo que cuando echó a andar en 1975 impulsado por el Ministerio se encontró un panorama desolador por las cruzas indiscriminadas llevadas a cabo que habían menguado la calidad del merino español, y que ha volcado todos sus esfuerzos desde entonces, primero en recuperar la raza pura, después en fortalecer su aptitud cárnica y, de unos años para acá, en involucrar a los ganaderos en la recuperación de la cultura de la lana como valor añadido que ha mejorar la cuenta de resultados de sus explotaciones.

“Ha llegado el momento de volver a mirar a la lana”, afirma el secretario ejecutivo de este colectivo, Antonio Granero, porque es “única por su calidad y características en Europa” y porque, a nivel mundial, la lana del merino puro español “no es ni hoy mejor ni peor que otras, pero sí singular”. Es cierto que, desde el punto de vista textil, “la lana apenas representa un 2%”, pero, como defiende Granero, “proviene de una práctica necesaria, que el animal agradece y le proporciona bienestar” y cuyo resultado final es un material “100% natural, sostenible, biodegradable y muy versátil, que lo mismo se utiliza para elaborar un traje de alto ejecutivo, que unas zapatillas de correr”.

De hecho, archiconocidas cadenas comerciales de ropa y elementos deportivos, ya destacan en los etiquetados de prendas y materiales -así como en posts-, la fabricación de estos a partir de lana merina como un valor añadido, e incluso el diseñador Oteyza hizo desfilar ejemplares de merino puro español en la apertura de la Fashion Week Madrid 2018 en un guiño, precisamente, a ese origen que, según Luis Sorrosal “sí se tiene bien presente fuera de nuestras fronteras”, aunque hoy por hoy seamos “tercermundistas” en potencial lanero frente a países donde manejo y crianza se han enfocado más a la obtención de esta materia prima que a la de la carne.

Un potencial que, sin embargo, se puede recuperar aferrándonos, precisamente, a ese valor que entraña el origen y que, para Granero, debe servirnos para hacer “marca España” y para que la lana merina 100% de origen nacional recupere el brillo de épocas pasadas. “Estamos en el buen camino” y “podemos soñar con la lana más cara del mundo”, rubrica con optimismo.