Un collar con ultrasonidos para que el ganado pueda convivir con el lobo

Un emprendedor asturiano diseña un sistema que, basado en el condicionamiento clásico de Pavlov estímulo-respuesta, busca enseñar al predador a relacionar un ultrasonido con una descarga eléctrica para hacerle desistir de los ataques que diezman los rebaños en muchas zonas de España

El debate desatado desde que el pasado 4 de febrero se incluyera al lobo ibérico en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial, no cesa. La conveniencia o no de proteger de forma completa al cánido en todo el territorio nacional no deja indiferente a nadie y el enfrentamiento entre defensores y detractores, ecologistas y ganaderos, comunidades autónomas e incluso miembros del propio Gobierno, lejos de aminorar, se mantiene candente. Pero, ¿son posturas irreconciliables?, o ¿puede haber un punto intermedio que haga compatibles la salvaguarda de la especie y la seguridad del ganado frente a ella?

El asturiano Adrián Collado Fernández, natural de Sotres, parroquia del concejo de Cabrales en pleno corazón del Parque Nacional de los Picos de Europa, no sólo está convencido de que sí es posible lograr la tan debatida convivencia del canis lupus con el ganado doméstico, sino que, además, está desarrollando un sistema tecnológico para alcanzarla, que ya se encuentra en periodo de pruebas. Se trata de un collar para ovejas y cabras -inicialmente-, que funciona en tres fases: en primer lugar, mide de forma continua las constantes vitales del animal para, si éste supera un nivel de estrés preestablecido, activarse la emisión de un ultrasonido molesto para el lobo u otros predadores que puedan acecharle; de no ser suficiente esa medida disuasoria y producirse finalmente el ataque, el dispositivo entraría en una tercera fase, provocando una descarga eléctrica en la boca del atacante una vez que intente morder el cuello de la víctima.

El objetivo no es otro, explica el promotor del dispositivo, que propiciar un aprendizaje por condicionamiento, es decir, favorecer un cambio en la conducta a través de la experiencia o asociación de estímulos. Así, partiendo de los postulados del fisiólogo Iván Pavlov, se trataría de lograr que el predador -fundamentalmente el lobo-, relacione el ultrasonido emitido por el collar con la descarga, con dolor, lo que inicialmente tendría que conducirle a desistir del ataque a esos animales y, a medio-largo plazo, a modificar definitivamente su conducta hacia ovejas y cabras dejando de ver a estas especies como un bocado fácil y apetecible.

Según Adrián Collado, natural de una zona históricamente pastoril y con varios ganaderos en sus círculos familiar y de amistades, los profesionales han recibido con entusiasmo su innovadora propuesta, que da un paso más allá en relación a otro tipo de collares similares que se han desarrollado en Suiza y también en España, pero que se quedaban en la geolocalización del ganado o la emisión de una alerta si sus constantes vitales sufren importantes alteraciones. “Lo ven como una buena idea”, pues encaja perfectamente con su demanda prioritaria: “ellos no quieren exterminar al lobo, ni tampoco que les indemnicen; no les importa la polémica caza sí, caza no. Ellos quieren que se eviten los ataques, nada más”, afirma al respecto.

A la espera del empujón definitivo

El collar pensado por este joven de 38 años formado en Electricidad no es en estos momentos sino un simple prototipo, a la espera del necesario empujón económico definitivo que lo convierta en realidad. Y es que, desde que la idea comenzara a germinar en la mente de Adrián hace nueve años, hasta ahora todo ha sido inversión de su propio tiempo libre en la ejecución y en la búsqueda de apoyos, y de dinero de su bolsillo -unos 30.000 euros calcula hasta la fecha-, partiendo de la patente.

En este tiempo, Adrián Collado, cuya ocupación principal se encuentra en European Peaks Life, una empresa especializada en trabajos en altura y zonas naturales de difícil acceso de la que es gerente y administrador único, ha llamado a diversas puertas sin resultados positivos. “Me he reunido con distintas administraciones públicas y les ha interesado la idea, pero sin llegar a comprometerse”, apunta este emprendedor antes de relatar que, también, la puso encima de la mesa de la comisión gestora del Parque Nacional de Picos de Europa, “pero su contestación fue que no les interesaba porque estaban intentando sacar adelante su propio sistema”. Incluso, en la búsqueda de fondos, contactó con empresas públicas y privadas, si bien lamenta el promotor del collar, “solo les interesaban la patente y las subvenciones a las que podrían tener acceso con mi idea, pero sin importarles lo más mínimo que realmente funcione ni implicarse en ello”, lo que sin duda, es la prioridad de Adrián.

El apoyo técnico del CTC

Lo positivo después de estos años de llamadas y visitas es que finalmente se ha cruzado en el camino el Centro Tecnológico CTC de Cantabria, una fundación privada sin ánimo de lucro volcada en la generación de conocimiento tecnológico. “No financian el proyecto, pero sí se encargan del desarrollo más técnico”, dice con cierta satisfacción un Adrián Collado que recuerda que diseñó el primer prototipo del collar “con material casero”.

De ello hace casi una década. Fue justo después del abatimiento, en agosto de 2012, del famoso lobo Marley, precisamente en la zona de Cabrales. Este ejemplar había sido marcado, junto a otros dos, con un collar transmisor GPS-GSM, para el estudio científico de los movimientos y actuación de la especie. “Me llamó la atención los más de 250.000 euros que se habían invertido en este marcaje -más otro tanto en concepto de asistencia técnica del seguimiento-, y me pregunté cómo iban a evitar los ataques poniendo un GPS a un lobo, cuando lo lógico sería ponerle el dispositivo a la oveja, que es a la que tienes controlada”, afirma Adrián.

Así, a raíz de aquel controvertido episodio fruto de una cacería autorizada, la idea de diseñar un collar para el ganado germinó en la mente de este joven emprendedor que en estos momentos se encuentra trabajando en el estudio real de la frecuencia cardiaca de una oveja y sus variaciones ante estímulos y situaciones de estrés. En concreto, Adrián realiza estas pruebas en la localidad cántabra de Puente Arce, municipio de Piélagos, con un ejemplar ovino al que “se somete a espante, carrera con perro y otras situaciones”, para realizar una calibración inicial” que determine en qué punto su estrés llega a un determinado umbral. Sería entonces cuando el collar debería entrar en funcionamiento y a emitir los ultrasonidos disuasorios.

Con la vista puesta en Colorado

Luego, explica Adrián, deberán llegar las pruebas de simulación de ataque controlado, algo que ya le han negado en el marco del Parque Nacional Picos de Europa. No obstante, el creador del collar ya ha barajado distintas alternativas y cree poder llevarlas a cabo, bien en Cantabria, bien en León. Como último recurso, de no ser posible realizar esas pruebas en España, viajaría a Colorado donde afirma, “ganaderos de ovino tienen un grave problema con el coyote” y tras conocer la idea, le han manifestado a su creador que “estarían encantados de prestar su ganado a estas pruebas controladas”.

Lo que parece claro es que Adrián Collado Fernández no va a desistir en el empeño de hacer realidad este collar al que baraja bautizar como Sheep Keeper y al que sigue dedicando buena parte de su tiempo libre desde el convencimiento de que, efectivamente, puede servir para poner la paz definitiva entre lobo y ganado.

El objetivo es conseguir un dispositivo “que no cueste más de 20 euros”, aunque si los apoyos permiten que su precio sea de cinco, mejor que mejor. Y es que, subraya Adrián Collado, tiene que ser asequible y no suponer un gran desembolso para el ganadero. No en vano, tendría que colocarse a todas las ovejas y cabras al menos inicialmente.

Según su creador, sería cuando el lobo interiorice ese estímulo-respuesta (ultrasonido- descarga eléctrica), cuando ya se podría colocar a ganado de mayor envergadura, díganse vacas o caballos, si bien en un primer momento sería ineficaz pues el cánido no ataca a estos animales al cuello, sino que les lanza diversas mordeduras por el cuerpo al no poder abatirlos con facilidad.