Las lecciones que nos dejó ‘Filomena’

El escenario dantesco que dejó la borrasca en enero, con cientos de miles de árboles arrancados, debe verse según los expertos forestales como una oportunidad para acometer una adecuada planificación paisajística y corregir errores ante episodios similares que puede traernos el cambio climático

Llegó, descargó y se disipó. Así fue el paso por nuestro país, a comienzos del presente año, de Filomena, una borrasca profunda que dejó tras de sí numerosos inconvenientes especialmente en lo referente a la vialidad. Pero, de todos es sabido que tras la tormenta llega la calma, y, recobrada la normalidad en la circulación viaria y las actividades prioritarias de la ciudadanía, esa calma dejó entrever también un escenario dantesco en múltiples zonas arboladas, con importantes daños en cientos de miles de ejemplares. Ahora bien, lo que se consideró una gran catástrofe natural hace dos meses, es visto por los expertos, con la perspectiva del tiempo transcurrido, como una gran oportunidad; no en vano, desde el ámbito forestal se espera que ese gran impacto que produjeron en nuestras retinas infinidad de árboles derribados y ramas partidas, sea el comienzo del camino hacia una necesaria planificación del paisaje. “Siempre, después de todo, sea una pandemia como ésta, una crisis empresarial, un desastre natural, etc., hay que ver la oportunidad y aprovecharla”, asegura el decano presidente del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes y profesor de la Universitat Politècnica de València, Eduardo Rojas Briales, para quien el desastre de Filomena debe abrir la puerta a un replanteamiento de la gestión forestal, especialmente de las zonas urbanas y periurbanas, y a la corrección de “muchos errores” cometidos en el pasado.

La abundante precipitación en forma de nieve traída por aquel temporal derribó numerosos árboles incapaces de soportar tamaño manto blanco sobre sus copas y partió infinidad de ramas de otros más fuertes, con gran incidencia “entre la Comunidad de Madrid y Albacete, así como en el bajo Ebro”. Ahora bien, las imágenes más impactantes nos llegaron desde entornos urbanos como la propia capital madrileña, de calles que constituyen un “medio hostil” para los árboles y de zonas periurbanas que, aun siendo más parecidas al monte, fueron objeto en su momento, explica Rojas Briales, de plantaciones en las que no se tuvieron en cuenta factores esenciales como “el correcto anclaje de los árboles al suelo, los tipos de especies más adecuados a cada lugar o el espacio físico necesario entre ejemplares”; plantaciones sobre las que, además, no se han realizado con posterioridad los “aclareos necesarios”. Así, una densidad forestal inadecuada, unida a las edificaciones en las ciudades, limita el crecimiento de los árboles, cuyo ramaje tiende a abrirse hacia los lados, creando esas copas más achatadas que terminan por sucumbir ante magnitudes de nieve como la descargada por Filomena.

Un nuevo escenario

“A veces, estos shocks pueden ayudarnos a mirar con detenimiento las cosas y a hacer algo que no nos habíamos planteado antes”, afirma el decano de los ingenieros de Montes, convencido de que, una vez realizada la labor más urgente, como es la retirada de toda esa biomasa resultante que eleva el riesgo de incendios y el desarrollo de plagas, y realizadas las podas necesarias para salvar los ejemplares sanos que simplemente resultaron dañados, “cabe plantearnos ese nuevo escenario forestal en todas las zonas afectadas con calma”.

Y siempre, subraya Rojas Briales, “sin dejar de tener en cuenta que los árboles son seres vivos que tienen un ciclo de vida y que llegan a su final, que esto no es estático, es dinámico”.

En una línea similar, pero con las miras más focalizadas hacia esas otras zonas boscosas que, más allá de los entornos periurbanos, también se vieron afectadas, se manifiesta Ramon Maria Bosch, miembro de la Asociación Española de Sociedades de Protección Contra Incendios (Tecnifuego), quien afirma que “la planificación del paisaje es la única fórmula para enfrentar estos efectos del cambio climático” ante los que nos ha puesto sin miramientos la borrasca del pasado enero y tras la que, no duda, vendrán otras.

“Viviendo de espaldas al monte nos va a ir muy mal”, afirma también este experto, coordinador del Comité Sectorial de Fabricantes de Equipos para Incendios Forestales, Primera Intervención y Señalización de Tecnifuego, que considera que tras imágenes como las que dejó a su paso Filomena, “hay un problema de base y es que no se hace aprovechamiento del monte como hace 30 o 40 años, cuando la leña era el principal combustible de la gente y esa circunstancia mantenía el bosque limpio”. “Desde el abandono rural, la masa forestal crece espectacularmente, al igual que la idea en el mundo urbanita de que el bosque es intocable”. Y el cambio climático, que aporta más densidad y sequía a esas masas, eleva considerablemente, advierte, el riesgo de incendios, más aún si viene acompañado de borrascas profundas.

Vacunación para los agentes de extinción

En este sentido, augura Bosch que la campaña que está por venir será “dura, muy dura”, porque a esos problemas habituales han venido a sumarse las consecuencias de Filomena, con árboles tumbados que aumentan la combustibilidad de algunas zonas y, de no ser retirados a tiempo, pueden dificultar los accesos de los servicios de extinción de incendios a las zonas de conflicto. Más aún, afirma el coordinador de Tecnifuego para sustentar sus previsiones, se añade un factor de peso a la campaña como es el Covid-19. “Me da miedo que las administraciones, que evidentemente necesitan invertir dinero en muchas áreas como consecuencia de esta pandemia, puedan despistarse a la hora de mirar al monte y, al final, tengamos que invertir en extinción lo que no se invierta en prevención”, asegura Ramon Maria Bosch no sin dejar de subrayar también que el número de bajas entre los efectivos de los cuerpos de bomberos “está disminuyendo abrupta y afortunadamente” desde que comenzaran a recibir la vacuna, pero que es necesario acelerar para no encontrarnos lo que sería un “problemón” añadido en el monte.

Así, anima a las administraciones competentes en materia forestal a no perder de vista al bosque, ni siquiera en un momento como éste, y a buscar decididamente la reconducción hacia un aprovechamiento sostenible del monte otra vez, así como la apuesta de la ciudadanía y el entramado empresarial por la madera de kilómetro cero, bien sea como biomasa o como materia prima para el sector del mueble, la construcción o los nuevos embalajes biodegradables. Ello, dice Bosch, “obligará y ayudará a planificar de nuevo el paisaje”, lo que redundará en beneficio de todos.