El frío de ‘Filomena’ aún congela el futuro de los olivareros toledanos

Centenares de productores se movilizan para que se incremente la partida de 18 millones de euros destinada a compensar los daños provocados por la tormenta, que arrasó más de 50.000 hectáreas de olivar, viñedo y almendro que no tendrán producción durante los próximos cinco años

Nuestros campos se mueren, nuestros agricultores se quedan sin trabajo. Somos muchas familias las que necesitamos ayuda porque nos estamos quedando sin recursos y nos vamos a tener que ir”. Es el grito desesperado de una de las agricultoras toledanas qué ve cómo la falta de ayudas tras el paso de la tormenta Filomena amenaza el futuro que hasta ahora ha estado labrando para su familia. Son centenares de ellos los que varios meses después del temporal siguen con el alma en vilo ante la cicatería de las administraciones para garantizarles un salvavidas que les permita enfrentarse a cuatro o cinco años de tierra yerma.

Aunque los titulares y los informativos los acapararon las estampas de un Madrid nevado y colapsado por la famosa tormenta, a no muchos kilómetros de allí la angustia había llegado para quedarse. No fue la nieve, sino las bajísimas temperaturas de los días posteriores -de hasta 18 grados bajo cero- las que habían literalmente abrasado fundamentalmente olivos, pero también almendros, viñedos y pistacheras. La cosecha estaba perdida, pero eso era casi insignificante para el jaque mate que Filomena había dado a las producciones de los siguientes cuatro o cinco años.

Comenzaron entonces un periplo interminable por los despachos para reclamar ayudas. Y a golpe de movilizaciones consiguieron obtener respuesta de la Consejería de Agricultura, pero la victoria se convirtió en pírrica ante la magnitud de los daños. La Junta de Comunidades ha planteado ayudas por valor de 18 millones de euros, una cantidad que apenas supone una tirita para la gravedad de la herida. “Con eso no hay ni para empezar. Hay pueblos que tienen el 50% del término arrasado y agricultores con el 100% de sus cultivos perdidos”, explica Andrés García, presidente de Unión de Uniones en Castilla-La Mancha, organización que capitanea las reivindicaciones de los agricultores.

El dirigente agrario explica que la Junta de Comunidades cuantifica en 50.000 las hectáreas afectadas, de ellas entre 17.000 y 20.000 totalmente afectadas. “Nuestros cálculos nos dan unas pérdidas de entre 250 y 300 millones de euros. El daño ha sido bestial. Está todo quemado. Hay zonas en las que directamente hay que arrancar el olivar, en otras se puede salvar, pero con unos gastos enormes de podas y cuatro o cinco años sin recoger cosecha. Y muchos agricultores no tienen otros cultivos que les permitan tener una fuente alternativa de ingresos. Las ayudas tienen que ser no solo para arreglar las plantaciones y recuperar el potencial productivo, sino para compensar la pérdida de renta de los próximos años”, señala Andrés García.

Los afectados piden soluciones conjuntas entre la Junta y el Ministerio de Agricultura, “que hasta el momento no ha puesto nada”. Recuerdan un caso similar ocurrido en Jaén en 2005, en el que las administraciones regional y central arrimaron el hombro para fijar ayudas de 9.500 euros por hectárea con un tope de 60.000 euros por explotación. Fue según las crónicas, un desembolso de 40 millones. En el caso de Castilla-La Mancha, con 18 millones, el máximo son 12.000 euros “que nada solucionan al que ha perdido 200.000”.

Mecanismos hay, afirma Andrés García. “La PAC retiene un 4% a los agricultores en las ayudas para catástrofes; en el Plan de Desarrollo Rural hay una línea específica para este tipo de situaciones y también en los Presupuestos Generales del Estado”, explica. “Pero el Gobierno es el que los tiene que poner en marcha”, añade el responsable agrario mientras reconoce que están a la espera de una reunión con el Ministerio de Agricultura que tarda en llegar. Este mismo sábado volverán a recordárselo con una tractorada en Toledo en la que mostrarán dos olivos centenarios totalmente secos.

A la insuficiencia de la partida asignada, se añade un reparto que rechazan. “Se da prioridad a las mujeres y a los jóvenes. Eso se entiende en el caso de las ayudas, pero cuando estamos hablando de daños por heladas no tiene sentido”, explica el representante de Unión de Uniones . “Se puede dar la paradoja de que a una titular de explotación se le compense y otro que está solo unos metros más allá no reciba nada porque se ha agotado el dinero”.

Un reparto que además reaviva la tradicional asimetría que las organizaciones agrarias denuncian en el reparto de las ayudas de la PAC. “Para que un agricultor pueda vivir tiene que llevar muchas fincas en varios pueblos, sean suyas o no. Conocemos algunos con daños del 100% en algunos términos, pero que en otros se han salvado. Si te cogen el 30% de tu explotación a lo mejor no te dan nada mientras que otros que trabajan en otros oficios y tienen sus tres o cinco hectáreas, cobrarían sin vivir del campo”, afirma Andrés García.

La herida dejada por Filomena puede tener también efectos colaterales en todos los agricultores. “Va a generar muchos problemas a las cooperativas, que van a tener más de un 50% de bajada de cosecha con los mismos costes fijos y lo van a tener que repercutir en los socios”.

Andrés García afirma que el seguro sigue sin ser una solución para estas situaciones. “Te garantizan producciones, pero no plantaciones. Además el modelo sólo puede permitírselo el superintensivo. La prima del seguro para una explotación que obtiene 21.000 euros con una producción de 42.000 kilos de aceituna de media, supone, descontando la subvención, 4.000 euros. Si tienes un cultivo tradicional con la recogida a mano con mantas, las cuentas no salen”.