La estrategia T+I+C: talento, innovación y capital
Es posible que en los libros de historia que se escriban en el futuro se marque el inicio real del siglo XXI en el año 2020 que acabamos de dejar atrás. Además de las terribles pérdidas humanas, las peores que nos ha traído el coronavirus SARS-CoV-2, la pandemia nos ha obligado a reducir nuestra actividad económica de manera voluntaria, generando una crisis que, de momento, nos ha llevado en España a un retroceso del PIB del 11 %. Por desgracia, esta cifra encierra muchos fenómenos que, como una fila de fichas de dominó cuando caen, comienzan a sucederse uno detrás del otro: cierre de empresas, aumento del paro, expansión del gasto público, congelación de la inversión, deflación de las expectativas...
Obviamente, la situación al final se normalizará. El proceso de vacunación tarde o temprano irá alcanzando sus metas y tendremos nuevos tratamientos que logren reducir la mortalidad del virus. Pero, para entonces, el panorama después de la batalla puede llegar a ser económicamente devastador.
Hace unos meses, el catedrático de economía de la Universidad de Barcelona Antón Costas hablaba sobre el futuro de la pandemia y mantenía que la mejor fórmula de salida de esta trampa bioeconómica sería una “oleada de dinamismo emprendedor endógeno”. De esta forma lograríamos romper la tendencia a la baja de la productividad de las economías y volver a poner en marcha el sistema económico de nuestros países. Solo así podríamos solucionar problemas como el aumento de la deuda pública o la escalada del paro. Creo que Costas tiene razón, y creo que nuestras políticas nacionales y autonómicas deberían apuntar en esa dirección, comenzando por la educación y terminando por un sistema fiscal que favorezca el emprendimiento y no demonice el fracaso.
No se trata solo de poner en marcha un número creciente de incubadoras y aceleradoras que terminan compitiendo por atraer a las mismas empresas y emprendedores. Demasiadas veces hemos confundido en España la inversión en innovación con inversión en edificios que llevan en su nombre la palabra innovación. De lo que se trata es que surjan muchas más iniciativas empresariales y que estas encuentren un tejido social e institucional proclive e inspirador para su desarrollo. En el ámbito de la innovación la Fundación Cajamar acumula una experiencia en los campos de la agricultura y del uso del agua de más de 45 años, en los que las formas de hacer y transferir conocimiento se han ido adaptando a los tiempos y abarcando cada vez más áreas y formas de actuar. Y en este camino acaba de dar un paso más. El día 25 de enero se abrió el plazo de inscripción de proyectos empresariales y startups para sus primeros tres programas de incubación y aceleración para empresas de alta tecnología en agua. Este nuevo rumbo en los objetivos y la estrategia de la Fundación pretende lograr que el conocimiento y la innovación se conviertan lo antes posible en productos y servicios de mercado, generando riqueza, empleo e inercia en un tema que es vital para la denominada España seca, y para muchos millones de personas en el planeta.
La economía española logró dar un salto “milagroso” en los años 60, a través de un proceso de desagrarización acelerado, basado en una mano de obra relativamente barata, la intensificación del uso de los recursos -tierra, trabajo y capital- y la existencia de un sistema financiero que fue capaz de movilizar el capital para poner en marcha las capacidades de nuestro país. Una estrategia tic basada en el trabajo, la intensificación y el capital que, por definición, tiene unos límites claros y que venimos sufriendo desde la década de los 80.
Nuestra visión actual es que hay que apostar por una nueva estrategia T+I+C, en la que la T hace referencia al talento, la I a la innovación y la C, de nuevo, al capital. El talento incorpora valores añadidos al trabajo, restando importancia al atributo precio (salario), tales como el conocimiento, la capacidad para aplicar dicho conocimiento en la búsqueda de soluciones a los problemas de la sociedad, y la imaginación. La innovación, tal y como la entendemos, es cualquier cambio que añada valor. No es solo avance tecnológico, que también, sino buscar nuevos usos para tecnologías existentes; es reorganizar procesos productivos o, incluso, repensar conceptos que se muestran obsoletos o poco prácticos. Y finalmente, el capital es el elemento que permite que los otros factores se movilicen y mediante ellos se puedan obtener los frutos económicos y sociales de esta estrategia.
Obviamente no son los únicos ingredientes, pero son los elementos mínimos necesarios para la puesta en marcha de un círculo virtuoso que está en la base del éxito de las ciudades y países más innovadores. La confluencia de estas tres variables puede permitir el nacimiento de un clúster innovador de nueva generación, en el que cada uno de los componentes ceba el crecimiento de los demás. El capital acude allá donde percibe posibilidades de beneficio, y eso hoy se consigue con talento e innovación. El talento es el motor de base de la innovación. Y en los entornos en los que se concentra el capital y se percibe un clima proclive a la innovación, el talento se siente atraído.
La incubadora y aceleradora de proyectos de empresa especializados en tecnología del agua promovida por la Fundación Cajamar contribuye a esta nueva estrategia de T+I+C. Cajamar Innova es el punto de intersección del emprendimiento, la innovación, el capital, la tecnología, la sostenibilidad y el agua. Estamos andando el camino que nos conduce a un futuro social, económica y medioambientalmente más sostenible.