José Luis López-Schümmer, presidente de la Fundación Artemisan: “Los agricultores son los grandes aliados de la caza y la conservación. Sin agricultura no hay nada”

José Luis López-Schummer preside la Fundación Artemisan, que desde hace cuatro años pone el contrapunto a la imagen “distorsionada” que se traslada sobre la caza, una actividad que aporta 6.475 millones al PIB y es clave para el equilibrio de los ecosistemas, la protección de los cultivos o la propagación de enfermedades

Para situarnos ¿Qué peso económico tiene la actividad cinegética en España?

Las cifras de un estudio de Deloitte son apabullantes: la contribución al PIB es de 6.475 millones y se mantienen más de 187.000 puestos de trabajo. Además, aporta 614 millones de euros a la hacienda pública. La contribución directa en jornadas de caza, arrendamientos, tasas, rehalas, etc., es muy notable, pero no debe menospreciarse la indirecta a través de hoteles, restaurantes, carne de caza, obras de mantenimiento en los cotos, taxidermia, tiendas de ropa, guarnicioneros, combustible, alimentación, libros, arte, etc.

¿Qué ventajas aporta la caza desde el punto de vista del mantenimiento de la diversidad medioambiental?

En líneas generales los cotos de caza están muy bien gestionados: se aporta alimentación suplementaria en épocas de escasez, se construyen charcas, se crean pastizales o cultivos especiales, se controla el furtivismo, se regula el exceso de población de determinadas especies, se repuebla y cuida el arbolado, se lucha contra los incendios. Los cazadores invertimos unos 300 millones anuales a la conservación del hábitat. Todo ello beneficia directamente a las especies cinegéticas, pero también al resto de las especies animales y vegetales. En un coto pueden vivir más de 100 vertebrados, de los que solamente cazamos media docena, pero el resto también se aprovecha de estos cuidados. El monte mediterráneo no puede aguantar una carga demasiado elevada de ciervos, gamos o jabalíes y, sin ese control, la vegetación quedaría “planchada” y el terreno erosionado en poco tiempo.

¿Y desde el punto de vista del desarrollo del mundo rural y agrícola?

Antes hablaba de los 187.000 empleos que genera la caza. Son puestos creados en un mundo rural español que cada vez tiene menos oportunidades laborales. La caza desde luego ayuda a combatir la despoblación rural. Y no solamente ayuda a fijar la población, sino que aporta una renta suplementaria a muchos municipios o agricultores que pueden arrendar sus campos o el derecho de caza. Además, el control de poblaciones es esencial para proteger cultivos -más de 10.000 siniestros agrícolas al año- o reducir accidentes de tráfico. Otro aspecto importante es la reducción de enfermedades; está demostrado que la sobrepoblación de animales puede provocar zoonosis y epizootias que pueden contagiar a las explotaciones ganaderas. En Europa en este momento hay una gran preocupación por la aparición de la peste porcina africana y sin los cazadores la enfermedad podría propagarse a enorme velocidad.

La Fundación Artemisan nació hace cuatro años. ¿Qué balance hacen teniendo en cuenta que parece que la oposición a la caza crece o al menos su repercusión pública?

Me siento razonablemente satisfecho, aunque queda mucho por hacer. Nuestros estudios científicos han supuesto un punto de inflexión, con la comunicación hemos empezado a llegar al público menos informado y con el área jurídica hemos podido defender los intereses del mundo rural de forma brillante. Nos hemos ganado la reputación de fundación rigurosa que busca aglutinar y sumar y que quiere apoyar al resto de asociaciones del sector, en una herramienta útil para toda la sociedad. Muchos científicos, periodistas, administradores públicos o políticos citan con frecuencia estudios de Artemisan o nos piden consejo. Por otro lado, no creo que crezca la oposición a la caza. De hecho, nosotros tenemos estudios que demuestran lo contrario. No he conocido a nadie que se oponga a la caza si se debate con sosiego y se explican las cosas con rigor. Lo que sí hay es un movimiento animalista cada vez más antipático y agresivo que hace mucho ruido, pero que no tiene tanto peso como muchos piensan. Es una especie de nueva religión, como bien explica Braunstein en su obra La filosofía se ha vuelto loca. El problema es que vivimos en una sociedad urbana y que está muy alejada del campo. Muchos niños nunca han visto una gallina, ni han estado en la matanza, ni han salido al monte a cazar y solo conocen a los animales a través de películas de animación. Necesitamos llevarlos a la sierra para que sientan lo que sentimos nosotros, que miren la caza con otros ojos, que sepan el respeto que un cazador siente por los animales y su pasión por la naturaleza, que salgan incluso a buscarse su propia comida, que vivan la aventura cinegética. Teniendo en cuenta que la caza es esencial para defender el medio ambiente, debería promoverse su enseñanza en las escuelas.

¿Cree que algunos grupos detractores a la caza están deformando la imagen de la caza con intereses puramente electorales?

No me gusta generalizar. Hay asociaciones ecologistas que son grandes defensores de la naturaleza, con las que nos unen muchas cosas; de hecho, la mayoría fueron fundadas por cazadores. Debemos distinguir estas asociaciones que cuentan con buenos científicos o biólogos - la Fundación Oso Pardo, CBD Hábitat o la Fundación de Amigos del Águila Imperial - de los grupos animalistas. Los animalistas tienen una visión antropomórfica de los animales y, por otro lado, borran los límites entre animales y humanos y esto me parece una locura. Incluso menosprecian el medio ambiente o el equilibrio entra la flora y la fauna. Han hecho del asociacionismo su medio de vida. Defienden a los animales como podría defender a los iglús, es esencialmente una maquinaria de captar dinero público o privado. Muchas veces he comentado que hay dos tipos de asociaciones: los que pagamos por nuestro trabajo en defensa de la naturaleza y los que cobran por ello. Los cazadores, sin duda, pertenecemos al primer grupo.

Desde el sector se ha pedido a las Comunidades que la caza sea considerada actividad esencial durante el nuevo estado de Alarma. ¿Cuál ha sido la respuesta?

En marzo y abril tuvimos poco éxito en nuestras peticiones. En este momento las autoridades están siendo más receptivas. Entendemos que la lucha contra la pandemia tiene prioridad y vemos bien que las autoridades sean muy cautas. Sin embargo, es esencial que controlemos las poblaciones animales y que no se pierda toda esa contribución económica. Pero sobre todo que se entienda la imperiosa necesidad de activar la caza para regular poblaciones y reducir los daños a la agricultura, los accidentes de tráfico y las zoonosis. Además, la caza es una actividad al aire libre y el riesgo de contagio es mínimo. Ya se han prohibido todas las actividades sociales en torno a la caza - desayunos, comidas. No se entiende muy bien que se pueda estar en una terraza o en el cine y no en una montería al aire libre o que un cazador tenga una PCR negativa y no pueda ir a otra CCAA para cazar en solitario. Los propios cazadores ya propusimos en marzo protocolos de seguridad muy estrictos para evitar riesgos innecesarios. El problema es que muchas CCAA permiten la caza para sus residentes, pero al estar con perímetros cerrados no permiten la movilidad de cazadores de otras regiones de España. Este asunto requiere una solución urgente.

¿Cuáles pueden ser los efectos de esas restricciones?

La mayoría de las autonomías están permitiendo el libre movimiento a los cazadores dentro de su propia región. Sin embargo, la caza comercial que es la que genera la mayor aportación al PIB está casi muerta. No se están dando monterías comerciales, ni cacerías de perdices, ni jornadas de caza a rececho y el precio de la carne de caza está por los suelos por el cierre de restaurantes. El turismo cinegético -miles de extranjeros vienen cada temporada a España- también está parado. Los efectos pueden ser dramáticos, imaginemos al campo español sin esa contribución anual de miles de millones. Nosotros no estamos pidiendo subvenciones, lo que pedimos es que nos dejen salir al campo para tratar de salvar la temporada o que permitan una temporada de caza más larga. Adicionalmente, imaginemos las consecuencias para el medio ambiente. Cada año se matan en España unos 400.000 jabalíes, si este año no se caza, la explosión de la población de jabalí sería muy peligrosa y lo mismo pasa con el ciervo o el conejo.

Han solicitado una reforma de la Ley que impedirá a partir de diciembre la caza en los parques nacionales ¿qué respuesta están teniendo?

En 2014 se votó la ley 30/2014 de parques nacionales, que prohibía la caza y la pesca. En aquella ley se fijaba una moratoria hasta el 5 de diciembre de 2020, pero antes había que llegar a acuerdos con los propietarios y de no alcanzarlos habría que indemnizarles. Falta menos de un mes para que la prohibición sea efectiva, pero no se ha hablado con los propietarios, ni se han alcanzado acuerdos, ni se han fijado las indemnizaciones. He hablado con muchos políticos que reconocen el error que hubo con aquella ley, pero que no saben ahora cómo solucionarlo. Los parques españoles no son como esos parques en Norte América o África, de miles de kilómetros de extensión, en zonas vírgenes, con escasos asentamientos humanos y en territorios de propiedad pública. Nuestros parques, esencialmente Cabañeros y Monfragüe, son relativamente pequeños, están enclavados dentro de términos municipales con grandes pueblos, carreteras, cultivos o canales de riego, que llevan siglos siendo aprovechados por el hombre y cuentan con porcentajes altísimos de terrenos de titularidad privada. Desde Artemisan pedimos que eso se tenga en cuenta y se pueda seguir cazando de forma controlada. No tiene sentido que se prohíba la caza y que tengamos que indemnizar a los propietarios con más de 300 millones de euros. El dinero público es escaso y estaría mejor invertirlo en otras cosas, especialmente cuando se he demostrado que la gestión que han hecho sus dueños ha sido tan buena que llevó a la administración a seleccionarlos para crear un parque nacional. Y no solo se trata de la indemnización, también se trata del control de poblaciones. Los propios gestores del parque reconocen y recomiendan que se siga controlando la población de ungulados. Así que caeríamos en la trampa de indemnizar a los propietarios y luego pagarles a ellos, a guardas o a empresas privadas para que cazasen. Los políticos locales entienden bien el problema que se les viene encima y una mayoría de ayuntamientos han votado por la continuidad de la caza. La pelota está ahora en el tejado del Congreso que espero que esté a la altura y modifique esta ley.

La nueva PAC supone una clara apuesta por la sostenibilidad ¿Cómo puede afectar a la actividad cinegética?

Puede ser un antes y un después, no sólo para la caza, sino para la biodiversidad. La mayor parte de las aves ligadas a medios agrícolas han sufrido un descenso muy grande en toda Europa. Los cambios de hábitat en menos de 40 años han tenido como consecuencia este descenso y, en sentido contrario, la proliferación de las especies de caza mayor como jabalí, ciervo y corzo. Por ello esta PAC es una oportunidad para desarrollar medidas que encajen dentro del primer pilar (ecoesquemas) o del segundo pilar (medidas agroambientales), que puedan mejorar la conservación de nuestro medio natural. Eso sí, los agricultores son los grandes aliados de la caza y la conservación, sin agricultura no hay nada. Por lo que se deben compensar esas pérdidas de renta que van a tener por hacer una agricultura más sostenible, teniendo en cuenta además que el Brexit les supondrá un descenso importante de sus ayudas. La Fundación lleva desde sus inicios trabajando en este tema, desarrollando experiencias en campo (proyectos Rufa, Pirte o Coturnix) realizando prácticas agrarias compatibles con la conservación. Y hemos elaborado un documento muy importante firmado por técnicos y científicos con propuestas para las CCAA y el Ministerio para esta nueva PAC.