Vigías de nuestro Patrimonio Natural

España cuenta con 6.400 agentes medioambientales que, atendiendo a una extensa lista de tareas, tratan de proteger nuestro ecosistema. Pero ¡ojo!, a cada uno le toca una superficie equivalente a más de 4.300 campos de fútbol

Pese a que suman alrededor de 6.400 en nuestro país, los agentes forestales -hoy oficialmente agentes facultativos medioambientales-, son grandes desconocidos; quizá porque sus muchas funciones se camuflan entre las 27,9 millones de hectáreas que ocupan los montes en España, -un 55,2% de la superficie terrestre nacional, según los datos del Perfil Ambiental de España 2018 del Ministerio para la Transición Ecológica-. En ese escenario verde, no son meros observadores; de hecho, recorren en vehículos y patean cada rincón de nuestro medio natural los 365 días del año para, mediante la coordinación y el desarrollo de múltiples tareas, vigilar, proteger y conservar el inmenso Patrimonio Natural nacional cuyo 66% -unos 18,4 millones de hectáreas de los 27,9-, es superficie arbolada. Viarce Raigoso García es una de esas agentes, en su caso, discontinúa, puesto que no cuenta con plaza funcionarial. Lleva a sus espaldas miles de horas en el monte repartidas en 20 años de experiencia sobre todo en la Comunidad gallega, y, por supuesto, ha participado en las labores de control y extinción de decenas de incendios para preservar el ecosistema global que habitamos.

La labor de este gremio es fundamental para proteger uno de nuestros bienes más valiosos si tenemos en cuenta que, según las estimaciones de la OMS, cerca de siete millones de personas mueren cada año en el mundo a causa de la contaminación atmosférica y que, precisamente los árboles juegan un papel determinante en la lucha contra esta estadística. Pero ¡ojo!, advierte esta palentina de 44 años, la formación forestal no goza del apoyo que merece y sus profesionales adolecen de un volumen adecuado de puestos en los que desempeñar su trabajo. De hecho, atendiendo a los datos, a cada agente le corresponde la vigía de una superficie equivalente a 4.359 campos de fútbol -aceptando la extendida equiparación de este espacio deportivo con una hectárea-.

“Son carreras muertas, porque se le da mucho bombo al medio ambiente, pero como vía laboral...”. Con esta afirmación inacabada Viarce Raigoso deja entrever soslayadamente la precariedad que sufren los agentes medioambientales, agentes rurales o guardas del medio natural -la nomenclatura difiere en función de la comunidad autónoma a la que pertenecen ya que son éstas las que tienen transferidas las competencias -. Y es que, explica, este cuerpo de funcionarios sufre escasez de plazas y vive pendiente de procesos de oposiciones que nunca llegan. Ella lo sabe bien. Hasta finales del pasado año estuvo cubriendo una baja de un compañero en Ourense y ahora vive pendiente de una nueva llamada que la permita reincorporarse a la ya inminente temporada alta para los montes españoles.

“Si te gusta es una pasada”

Viarce Raigoso García se convirtió en agente medioambiental por vocación, por el amor a la naturaleza que siempre le inculcó su padre, “un guarda forestal de los de la vieja usanza, -dice-, de los que tenían que patear el monte andando” hasta que finalmente “les pusieron un R-4”. “Como te guste, es una pasada; estás en el monte, al aire libre y haciendo cosas que te agradan”, afirma esta técnico superior en Gestión y Organización de los Recurso Naturales y Paisajísticos y Capataz Forestal que ha oficiado como vigilante de torreta, peón forestal, jefe de cuadrilla, capataz de varias cuadrillas para la empresa privada, docente en cursos de temática forestal, y, en la última etapa, “hasta noviembre, de agente medioambiental, de interina, cubriendo plazas de forma temporal porque, -lamenta-, no hay oportunidades”.

Su último destino fue el distrito XIV de la geografía orensana, Verín-Viana do Bolo, “uno de los principales puntos negros incendiarios no sólo de Galicia, sino de España y se podría decir que incluso de Europa”. Como no podía ser de otro modo, precisamente con los incendios relaciona Viarce lo más duro de su profesión. Recuerda de un modo especial octubre de 2013: “nos habían alargado la campaña y por la mañana tuvimos que ir a rematar varios incendios, pero llegada la tarde se desmangó uno; estábamos en una campera, hubo un cambio de aire y se vino todo contra nosotros. Tuvimos que huir con 14 vehículos que no habíamos ni podido colocar en posición de salida y apenas podíamos avanzar por la pista. Si no se hubiera echado a llover, nos habría atrapado a todos”, relata.

Pese a episodios como éste que se graban a fuego en la memoria, esta agente asegura no haber tenido muchos apuros porque ha compartido faena “con gente buena”. Ahora bien, dice con pesar: “también he tenido casos de compañeros asfixiados”.

En materia de incendios, los agentes facultativos medioambientales se encargan de la prevención, mediante la vigilancia en zonas y épocas de riesgo, y de la extinción, asumiendo en muchas ocasiones las funciones de Director de Extinción -hasta que un superior llegue al lugar del hecho y ocupe el cargo-, y, con ello, la ardua tarea de dirigir cómo va a actuar cada miembro del operativo y los medios que se precisan: vigilantes de torreta; cuadrillas o brigadas integradas por un jefe y cuatro peones; motobombas, coches bomba o carrocetas, a cuyo volante suele ir un conductor acompañado o no de manguerista; emisoristas o codificadores de datos; brigadas aéreas, cuadrillas helitransportadas, y, en el apartado técnico, helicópteros, aviones o vehículos de refuerzo. Además, y como tercera función, investigan la causa y/o causante del incendio, para determinar responsabilidades.

Fuera de la temporada de riesgo de incendios, buena parte de su tiempo la ocupan organizando el trabajo de las brigadas en tareas precisamente enfocadas a la prevención de incendios, es decir, a la limpieza y acondicionamiento de caminos, las podas, las plantaciones o las quemas controladas, una cuestión ésta última controvertida, pero en la que Viarce no duda en mojarse: “es un tema delicado, pero soy partidaria de realizar quemas y desbroces controladamente”. Y explica: “en muchas zonas, como en el Parque Natural Fuentes Carrionas y Fuente Cobre-Montaña Palentina -donde están sus orígenes-, ya no queda ganado que realice esa función de desbroce y se produce lo que llamamos continuidad de matorral, de forma que se cierran zonas y caminos con lo que, si se produce un incendio, no hay forma de atajarlo”.

Otras múltiples funciones

Aunque el trabajo en la extinción de incendios es la faceta socialmente más conocida de los agentes medioambientales, sus funciones van mucho más allá. Así, este cuerpo de funcionarios tiene atribuidas por Ley las condiciones de Agente de la Autoridad, Policía Administrativa especial y Policía Judicial genérica y, como tales, inspeccionan y vigilan el cumplimiento de la legislación relativa a materias como recursos forestales, flora, fauna, caza, pesca, incendios forestales, ecosistemas, aguas continentales, vías pecuarias, espacios naturales protegidos, geomorfología, evaluaciones de impacto ambiental, residuos, medio ambiente atmosférico, calidad ambiental, paisaje, denuncias por infracciones administrativas en materia medioambiental.

Pero más aún, también participan en casos de emergencias y protección civil en el medio rural, tales como inundaciones, nevadas, rescates o búsquedas de personas desaparecidas. Asimismo, se encargan de tramitar solicitudes de comunidades de montes y particulares para la realización de tareas normalmente propuestas por empresas privadas forestales. “Somos Agentes de la Autoridad dentro del monte, pero se está privatizando todo y cada vez más son las empresas forestales las que marcan la agenda”, dice Viarce Raigoso y los agentes tienen que “tramitar, comprobar las previas y, una vez ejecutado el trabajo, patear, medir y comprobar que se ha ajustado a la solicitud”.