Jóvenes dispuestos a surcar el futuro del campo

Los premios nacionales Jóvenes Agricultores de Asaja ponen de manifiesto que en España hay savia nueva y muchas ganas por devolver su valor a
un sector que hoy se reivindica con más fuerza que nunca

Carolina, toledana, 40 años, ganadera por vocación y tradición familiar. Juan Diego, gaditano, 34 años, electricista de formación reconvertido a agricultor por confianza en el potencial del campo. Elena, asturiana, 26 años, ganadera y emprendedora quesera por amor a sus raíces y a su pueblo. Los tres acaban de ser reconocidos en la sexta edición de los Premios Nacionales Asaja a Jóvenes Agricultores, y los tres son un claro ejemplo de que el campo español no está muerto; de que, pese a una situación agónica que ha llevado a miles de profesionales a ponerse en pie de guerra, hay ideas, hay innovación, hay proyectos y hay emprendedores dispuestos a tirar del carro y a inyectar al sector primario esa savia nueva que necesita para pasar el bache, surcar nuevas vías de progreso y recuperar el valor perdido.

Desde hace ya seis años, aporta músculo al sector Carolina Fernández Martín, ingeniera agrónoma y técnico agrícola, asesora, docente, y ganadera y directora de Marketing en Casa Gutier. Ella es la ganadora del VI Premio Nacional Jóvenes Agricultores 2020 de Asaja y representará a España en el Certamen Europeo que tendrá lugar en Bruselas.

Hasta la capital belga Carolina llevará un vídeo y una ponencia que afirma haber preparado “con mucha ilusión” pues supone acercar a Europa un proyecto no sólo “apasionante” para los tres socios que junto a ella dirigen los designios de Casa Gutier desde 2014, sino que también pone en valor el campo de Castilla-La Mancha. Dicho proyecto, bautizado como Lo que se conoce no se valora- crear abundancia, refleja la apuesta de esta empresa toledana por una innovadora fórmula de crianza y comercialización de carne de ternera rica en Omega 3.

Nuevos “meat lovers”

Según recuerda esta ganadera de Menasalbas (Toledo) de 40 años, nieta, hija y esposa de ganaderos, su innovadora idea nació en un pasillo en los intermedios de un Máster. Cuando lo cursaba conoció a Luis García Costa y Leandro Granado Lázaro, -hoy directores Comercial y de Producción, respectivamente, en Casa Gutier-, y en el camino de los tres se cruzó una tesis doctoral de la Universidad de Zaragoza basada en el tan traído y llevado “somos lo que comemos”.

“Nos atrapó”, dice Carolina, y decidieron apostar por implementar innovación a la actividad ganadera que desarrollaba su marido, Higinio Gutiérrez Ramírez, director financiero de la empresa. Con esfuerzo; con un modelo de crianza sostenible de 600 madres reproductoras y una media de 500 terneras en cebadero, y con el desarrollo, como principal seña de diferenciación, de una alimentación animal basada en una formulación propia de piensos con materias primas ricas en ácidos grasos insaturados en los últimos cuatro meses de vida de la ternera, han conseguido dar con una carne “más digestiva, con mucho sabor, que permite una mejor conservación y, en definitiva, más saludable”. Más aún, subraya Carolina con orgullo, han logrado generar nuevos “meat lover, reconciliar con la carne a muchos consumidores que la habían dejado de lado porque les resultaba dura, porque nos decían que a sus hijos se les hacía bola, porque tenía mucha agua y poco sabor, etc.”.

Esa fusión entre tradición e innovación ha servido a Casa Gutier, pues, para llegar a cientos de consumidores españoles, así como para colarse también en los fogones de reconocidos restaurantes. Asimismo, ha valido a la empresa varios reconocimientos, el último éste de Asaja que Carolina afirma, no es suyo, sino “de todos esos meat lover que han ido apoyando este proyecto, que se emocionan con nuestra carne”.

“Hacer algo por fomentar un estilo de vida saludable a través de la agricultura” fue también lo que motivó a Juan Diego Marín Sanz, de 34 años y de Conil de la Frontera (Cádiz), en el que se reflejan esos otros jóvenes que, aun no naciendo hijos de agricultores o ganaderos, también abrazan la actividad como modo de vida y como fórmula de vinculación al territorio que les vio nacer. “De una conversación sencilla, en casa, sobre la posibilidad de crear un huertecillo”, nació oficialmente en 2018 Connatur Moringa From Conil, una iniciativa empresarial que arraigó con 20.000 árboles de moringa en una finca de dos hectáreas.

Con una instalación complementaria para la producción industrial en la vecina Vejer de la Frontera y un equipo humano de absoluta confianza, Connatur ha encontrado ya su sitio como productora y comercializadora de hoja de moringa en polvo como nutracéutico, con “cuatro valores diferenciadores fundamentales”, explica su impulsor.

El más importante, el origen, ya que se cultiva en un territorio “súper mágico” y absolutamente idóneo, lo que, unido a una recolección en el estado óptimo de maduración de la hoja, a la no utilización de tallos y a unos parámetros propios en el proceso de deshidratación y secado para un mejor mantenimiento de las características organolépticas de la hoja, garantizan un producto de la máxima calidad del que, según Marín Sanz, no pueden presumir otras zonas. Asimismo, son señas de identidad de esta innovadora empresa su apuesta por un producto de kilómetro cero y por una producción totalmente ecológica.

El proyecto de Juan Diego Marín, bautizado como La moringa, el complemento del futuro, le ha valido el Premio al Joven Agricultor Innovador de Asaja, un reconocimiento que, a nivel empresarial, les sirve, dice, “para recargar pilas” después de una ardua puesta en marcha en la que la mayor dificultad la ha representado el desconocimiento por parte del consumidor de las bondades de este producto, y de cara a afrontar como gran reto inmediato la búsqueda de posicionamiento en el mercado nacional. A nivel personal, añade, el galardón es “una inyección emocional y moral pues reconoce a jóvenes con ganas de entrar en el sector primario sin conocimientos previos”.

Ganaderas con 21 años

Sí tenía una vinculación previa y muy estrecha con la ganadería Elena Soberón Pidal, asturiana de Arangas, concejo de Cabrales, que hace cinco años, con solo 21, decidió con absoluto convencimiento seguir la tradición familiar y dedicarse al ganado. “Siempre tuve claro que tenía la gran suerte de haber nacido en una tierra maravillosa y que quería quedarme en ella”. Y añade: “quería unir la parte sentimental, los recuerdos de mi infancia relacionados con el pastoreo y el ganado, a un futuro laboral, a algo rentable con lo que ganarme la vida”. Y de esa unión nació la Ganadería Quesería Soberón, en la que hoy Elena cuida y maneja 25 vacas frisonas en producción y otras 20 en recría para, con su leche, producir quesos acogidos a la Denominación de Origen Protegida Cabrales.

“No echo nada de menos tener un cine o un centro comercial a la puerta de casa”, dice esta joven emprendedora “orgullosa” del Premio Joven Agricultor Sostenible de Asaja por su proyecto titulado Recuperando tradiciones contra el despoblamiento, a la que prevé unirse pronto en sociedad su hermana Ana, que, casualmente, suma 21 años.

Su incorporación no es la única novedad que se atisba en su explotación. No en vano, Elena, que además del queso acogido a la DOP Cabrales también elabora otro tradicional queso de Arangas, “no picón, con pintas azules pero más suave”, y que varios productores tratan de recuperar, prevé también ampliar su cabaña con ovejas y cabras para ampliar la carta de la Quesería Soberón y elaborar queso Cabrales de dos y tres leches.

Superados momentos muy difíciles en el arranque, Elena se muestra ahora feliz por los alrededor de 30 quesos que cada dos días salen de su obrador y mira al futuro con optimismo, convencida de haber tomado la decisión correcta; de haber estrechado lazos, como Carolina Fernández Martín, Juan Diego Marín Sanz y tantos y tantos jóvenes en nuestro país, con un campo y un sector que no sólo tiene un potencial inmenso por explotar sino que, además, les hace felices.