La estrategia ‘verde’ de la CE, una oportunidad convertida en amenaza

La Comisión Europea presentó hace un mes sus estrategias ‘De la Granja a la Mesa’ y ‘Biodiversidad 2030’, con las que pretende sentar las bases de la transición hacia una producción y consumo de alimentos más sostenibles, asegurar el uso de los recursos y combatir la emisión de CO2.

Los planes, liderados por el vicepresidente Frans Timmermans frente a una inaudita pasividad del comisario de Agricultura, Janusz Wojciechowski, han caído como un jarro de agua fría en el sector agrario, uno de los más afectados por la que quiere ser la nueva hoja de ruta hacia un Planeta más sostenible. La Comisión Europea establece duras exigencias al sector agroganadero, como la reducción de un 50% en el uso de sustancias fitosanitarias en la agricultura y de antibióticos en la ganadería o, de un 20% de los fertilizantes hasta 2030. A ello se suma disminuir un 10% la superficie agraria útil y elevar un 25% la destinada a cultivos ecológicos, además de reducir el consumo de carne o de azúcar, productos a los que, de forma implícita, identifica con una alimentación no saludable.

La contraposición entre agricultura y sostenibilidad que hace la CE supone una grave amenaza para la soberanía alimentaria del continente. El marcado sesgo “ecologista” de sus propuestas más parece responder a las quimeras del populismo que a un análisis serio de la situación y a un planteamiento realista e inteligente de las soluciones. El sector agrario, que viene haciendo un importante esfuerzo para mejorar su sostenibilidad medioambiental, ni siquiera ha sido consultado para establecer las bases sobre las que va a pivotar su futuro. Es más, las restricciones que se proponen ni siquiera se basan en criterios científicos sino más bien en pretensiones grandilocuentes para ganarse el favor de una opinión pública en la que va ganando terreno el ecologismo rampante. En una incomprensible estrategia de “regreso al pasado” se pretende responder a las crecientes necesidades de una población en aumento con una agricultura decimonónica, dejando a un lado las potencialidades de una tecnología e I+D que han demostrado su eficiencia para producir más con menos.

Peor es observar cómo a los ninguneados actores del cambio se les plantea nuevas y estrictas exigencias mientras se reducen las aportaciones económicas de la Política Agraria Común o se agrandan las desventajas de la competitividad frente a países terceros, lo que sin duda llevará a una intensificación del grave problema de abandono de la actividad y de relevo generacional. Diseñar el futuro del sector sin sus protagonistas dañará la actividad agraria, a toda la sociedad y será una ocasión perdida para avanzar de verdad en la sostenibilidad medioambiental del Planeta.