Del campo al ‘campus’: universidad y agricultura también avanzan juntas

Transferencia del conocimiento, impulso a la investigación y la innovación o formación cualificada son algunos de los beneficios que la colaboración público privada aporta con las cátedras especializadas

Gestión sostenible del agua, mejora en el tratamiento de los purines, formación especializada, desarrollo de tecnología para ganar en eficiencia y reducir costes de producción, optimización de la fertilización, malherbología o producción ecológica son sólo algunos de los campos en los que se centra el trabajo que se está realizando en las cátedras que, financiadas por la iniciativa privada, intentan dar respuesta desde la Universidad española a las diferentes necesidades de productores y empresas agrarias, aportando una mayor eficiencia y competitividad en el campo.

Un ejemplo es la cátedra de Corteva Agriscience con la Universidad de Sevilla sobre Agricultura Digital y Sostenibilidad. Anteriormente, entre ambas ya había colaboración y se apostó por dar un paso más al observar que “la parte digital se había convertido en los últimos años en un pilar fundamental para la compañía, con el que no se buscan solo ventas, sino que se pueda responder a las necesidades de un productor que cada vez demanda más información de los cultivos para producir con certezas”, explica Jorge Martínez, Digital Agronomy Manager de la compañía.

Una importancia de la digitalización a la que se une también otro motivo. “Las empresas no pueden ser impermeables. Nos dimos cuenta de que se necesita contar con centros e institutos que generan conocimiento, su transferencia y con expertos que están desarrollando soluciones, técnicas y tecnología, que han marcado un antes y un después en la forma de entender la agricultura en los próximos años. La empresa no puede estar de espaldas o ajena a lo que se genera en las universidades”, añade Jorge Martínez.

Este tipo de colaboración a través de la cátedra tiene varias ventajas, que no solo se centran en las herramientas que se generan en las universidades o en nuevas investigaciones, que son muy importantes. Las empresas desarrollan para el día a día o a medio plazo con estrategia de largo. “La universidad nos permite trabajar con futuribles que pueden tener un peso importante. Pero es fundamental que la transferencia tecnológica no se quede sólo en la parte técnica”, sino que hay que comunicar para dar a conocer lo que se hace y contar con expertos que asesoran, hacen publicaciones en revistas científicas, etc. “Es un impacto que las empresas no tienen. Esto, unido al desarrollo tecnológico, posiciona a Corteva en un referente de la colaboración pública y privada”, añade.

Es una sinergia que también es importante para el productor. “Esta colaboración no tiene sentido si no se cuenta con el productor. En la cátedra, las soluciones que se generan en la universidad, se validan en la empresa, se hacen estudios de viabilidad para luego comercializarlo. La iniciativa pretende cerrar el gap entre lo que hace la compañía y lo que llega al mercado” para trasladarlo a los productores y contribuir a que sean más eficientes y competitivos. Un impacto que también llega al consumidor y usuario, por ejemplo, a través de la trazabilidad.

Punto de encuentro

Las cátedras así “son la mejor fórmula para tener interacción con lo que ocurre en el mundo académico y buscar las mejores soluciones posibles en cada uno de los ámbitos”, afirma Jorge Martínez de Corteva, empresa que también tiene otra cátedra con la Universitat de Lleida sobre malherbología. Una opinión que secunda Manuel Pérez, profesor y director de la Cátedra de Agricultura Digital, quien indica que “es un instrumento interesante. En nuestro caso, lo que buscamos es aportar a la sociedad, seguridad y sostenibilidad alimentaria a través de la transformación digital”. Una línea que es importante porque “se encuentran todavía barreras técnicas, formativas, legales, etc., para adaptar la tecnología. Y, en este caso, es la formativa, que es donde podemos aportar de forma directa porque el sector agrícola es más tradicional que el industrial y requiere de más acompañamiento en la tecnología. La cátedra pretende ser una puerta abierta al sector y convertirse en un punto de encuentro”.

De hecho, la cátedra “es una alianza estratégica”, que facilita por ejemplo que los alumnos puedan hacer el proyecto de investigación de fin de Grado o master, tener empresas referentes que hacen investigación y compartir alumnos” para los que esta actividad puede ser una primera puerta de acceso al mundo laboral. “Es un win to win” -añade Manuel Pérez-, que ya se ha concretado en soluciones concretas como el uso de drones para detectar malas hierbas o el seguimiento de cultivos por satélite, entre otros. Es una colaboración que no se quiere que solo sea en el marco empresa-universidad, sino “aportar a la sociedad. Como profesor de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica en la Universidad de Sevilla, no tendría capacidad económica para llevar acciones como las de robótica para alumnos de 4º de Primaria. No hay proyectos ni herramientas del sistema de Ciencia e Innovación que permita financiación para estas actividades ni para premios, incentivos a mejores tesis, etc., que es lo típico que se hace en las cátedras. Es difícil conseguir recursos económicos desde el mundo académico para cursos y, cuando los hay, es para alumnos. Nosotros llegamos a niños más pequeños porque nuestra idea es que sepan que los alimentos no llegan de la estantería de un supermercado, sino de un agricultor que intenta hacer las cosas cada vez mejor, de una forma sostenible y con seguridad alimentaria”, asevera Manuel Pérez, quien incide en que también se trabaja con cursos para agricultores, gerentes de cooperativas y agentes de todo el sector agrario. La colaboración entre ambos también se ha hecho extensiva al primer Master de Agricultura Digital e Innovación Agroalimentaria, que ya alcanza su tercera edición.

Formación especializada

Relación natural también surgió desde la Fundación del Grupo AN con la Universidad Pública de Navarra. “Empezaron a impulsar las relaciones con empresas a través de las cátedras. Nosotros éramos una compañía con la que ya había relación previa y, a partir de ahí, fue escribir un folio en blanco. Fue el inicio” de esta cátedra que “es un sistema muy acertado de colaboración público-privada y un buen ejemplo de cómo se acerca el mundo de la ciencia y universidad a las empresas”, manifiesta Maite Muruzabal, directora de la Fundación AN.

“La cátedra la vemos abierta -de hecho, la colaboración no se extiende solo con la Escuela de Agrónomos, sino también con Economía e Ingeniería Industrial-, y por parte de AN es una forma de apoyo a la universidad para generar profesorado y alumnos de utilidad para nuestras empresas y que estén cercanos a nosotros. Por parte de la universidad, el objetivo es similar: acercarse a las empresas para formar a los alumnos y crear vínculos porque los estudiantes se van quedando y sigue esa relación con la universidad. Es un tema de red de networking, de ampliar esa red”, añade Maite Muruzabal.

La formación es uno de los pilares en los que se trabaja en esta cátedra a través de prácticas curriculares. “Cuando trabajamos desde la fundación a través de la cátedra, se entiende que la persona es un estudiante que cursa una asignatura dentro de la empresa. Es como un inicio de la Formación Dual” para lo que se trabaja con tutores en la compañía y en la universidad y con trabajos que son de interés para ambos, que dan pie a proyectos fin de grado, por ejemplo. Además, se convocan premios, se llevan a cabo visitas de estudiantes a las fábricas del Grupo AN y se establecen relaciones concretas con los profesores, entre otras acciones.

Esta cátedra se articula a su vez en torno a otros dos pilares como el impulso a la investigación en temas generales y la vigilancia tecnológica porque “no podemos avanzar con temas sin saber lo que se hace en otros sitios. La universidad tiene muchos más recursos que nosotros desde la empresa” por las relaciones con otros centros o acceso a estudios de ámbito científico. Y, aunque “hay cosas que se pueden hacer sin tener una cátedra, esta colaboración te hace tener una visión global y disponer de personas dedicadas a pensar en cómo mejorar las colaboraciones, surgiendo muchas ideas. Nos lo planteamos a largo plazo, pero vimos resultados a corto plazo y esto nos animó a seguir adelante”.

Desde Cajamar también se ha apostado tradicionalmente por las cátedras, manteniendo esta relación con las universidades politécnicas de Cartagena, Madrid y Valencia, además de con la Universidad de Almería, entre otras. “Para nosotros siempre ha sido muy importante la colaboración entre todos los agentes que pueden ayudar a generar conocimiento y transformarlo en innovación para el sector agroalimentario”, señala Roberto García Torrente, director de Innovación Agroalimentaria de Cajamar.

Papel de enlace

“Hemos jugado un papel de enlace entre el sector productivo, agricultores y empresas agroalimentarias, y los centros tecnológicos, dentro de los cuales las universidades juegan un papel fundamental. Nuestro objetivo ha sido de trasladar hacia las universidades las necesidades e inquietudes que tienen las empresas para buscar soluciones que mejoren la eficacia y rentabilidad de sus actividades”, asevera García Torrente.

De esta forma, se ha promovido que los proyectos que desarrollaban los equipos de la universidad diesen respuesta a esas necesidades. Y, en este marco, “hemos conocido trabajos realizados por los investigadores universitarios que podían ser de utilidad para las empresas y hemos contactado con ellas para que desarrollasen proyectos conjuntos en los que se llegase a la implementación práctica de dichos trabajos”.

Una colaboración que también se ha hecho extensiva a la realización de estudios y análisis de los diferentes subsectores agroalimentarios, que se han convertido en herramientas para conocer la realidad y las perspectivas de los diferentes mercados. “A partir de estas reflexiones las empresas han adoptado las decisiones que han considerado más convenientes para intentar ser lo más competitivas posibles”.

Entre los trabajos que se están llevando a cabo en la actualidad, figuran el Observatorio sobre el sector agroalimentario español, que coordina Joaquín Maudos; el diagnóstico económico-financiero de las cooperativas agroalimentarias, bajo la supervisión de Narciso Arcas Lario; el análisis del sector citrícola, con José María García Álvarez, o el Observatorio de Bioeconomía, dirigido por Gabriel Acién. Desde la red de cátedras de Cajamar, igualmente se han desarrollado otras líneas de acción como la realización de prácticas empresariales o de investigación de universitarios en centros experimentales o empresas. Son todas líneas de trabajo en las que se han utilizado diversas fórmulas de colaboración, desde convenios plurianuales para determinadas líneas de investigación a contratos específicos para ejecutar trabajos muy concretos.