Amaranto, el cultivo precolombino que alimenta a los astronautas

El Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León (Itacyl) investiga las posibilidades de adaptación de este pseudocereal originario de Centroamérica, cada vez más demandado por la industria harinera y transformadora por sus beneficios nutricionales y para la salud al considerarse un superalimento

La cantidad de proteína de la semilla de Amaranto o planta inmarchitable -toda una declaración de intenciones- es mayor que la de los cereales. Contiene el doble que el maíz y el arroz, y de un 60 a 80 % más que el trigo.

Cultivada principalmente en Centroamérica (México y Guatemala principalmente) y Sudamérica (Perú y Ecuador). Junto con el maíz, el fríjol y la chía, el amaranto fue uno de los principales productos para la alimentación de las culturas precolombinas.

Con la llegada de los españoles a América y durante la Conquista, el amaranto fue eliminado y prohibido de la dieta indígena por razones religiosas y políticas. Conocido como el alimento del guerrero, algunos estudios señalan que se trató de una estrategia militar para mantener a la población débil y conquistarla más fácilmente. Sus propiedades y aporte nutricional, han llamado la atención de los consumidores, la industria y también la de los investigadores del Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León (Itacyl). Considerado un superalimento, este pseudocereal, está incluido entre los 36 vegetales con mayor potencial culinario y nutricional del mundo, lo que le ha valido el rescate del olvido. “El amaranto contiene compuestos nutricionales muy valiosos para la industria y desde hace dos años venimos investigando si su cultivo puede ser viable y rentable en Castilla y León. Hay inquietud por parte de los agricultores y demanda por parte de la industria harinera y transformadora”, explica Nieves Aparicio, investigadora de la Unidad de Cultivos Herbáceos del Itacyl.

De México y Dinamarca

Sin variedades adaptadas al territorio español, el material con el que se está trabajando procede de centros de investigación de México y Dinamarca. “Los primeros estudios se basan en la adaptación varietal y después se irán desarrollando mejores producciones y calidad”, comenta esta investigadora de Castilla y León. En concreto se han ensayado tres variedades mexicanas y una de registro europeo, la variedad María. “Ésta última, procedente de Dinamarca, es la que mejores resultados nos está ofreciendo. Las mexicanas sin embargo no llegan a cerrar el ciclo del cultivo bajo nuestras condiciones climáticas. De ahí que sigamos buscando nuevas variedades que puedan estar más adaptadas a estas características, de otros centros también de este país que es donde este cultivo está más desarrollado”, anuncia Aparicio.

Una de las ventajas del amaranto es que puede crecer en suelos pobres. En aquellos terrenos que carecen del suficiente porcentaje en materia orgánica y, por tanto, no pueden considerarse como muy fértiles. También, a diferencia del maíz, dona nutrientes, ayudando a que no se erosione el suelo, no es esquilmador. Además, tiene un amplio nivel de adaptación al clima, se ha cultivado con éxito tanto a nivel costero como en alta montaña, destacando por su resistencia a la salinidad. Una base de partida buena para su potencialidad en España.

El amaranto es un cultivo de regadío y, en el caso de la variedad María, de ciclo muy corto, aproximadamente de unos cuatro meses con lo que podríamos incluirlo como cultivo en segunda rotación después de una leguminosa para forraje o una cebada temprana. Su consumo de agua, con respecto a otros cultivos, es sensiblemente menor y más sostenible. “Frente a los 500 litros por hectárea del maíz, el amaranto consume entre 150 y 180 litros”, explica esta técnica del Itacyl. Los riegos no han de ser muy copiosos, pero sí muy frecuentes sobre todo hasta establecer la nascencia.

La siembra se realiza entre principios de mayo y junio dependiendo de las condiciones climáticas de la campaña. “La semilla es muy pequeña, tamaño inferior a la semilla de colza, por lo que necesita un lecho de siembra muy preparado”, comenta Nieves Aparicio. Realizar la siembra preferiblemente con una sembradora monogramo y es importante que el suelo tenga humedad para una nascencia rápida y uniforme. “Cuanto mayor vigor inicial mejor competirá con las malas hierbas” señala esta investigadora. En el Itacyl han sembrado el amaranto a una distancia entre líneas parecida al maíz unos 50 centímetros y uno o dos centímetros de profundidad.

Para el abonado han utilizado de fondo 8-15-15 ya que no necesita unas necesidades especiales y en cobertera entre 100 y 120 unidades de nitrógeno antes de la floración. No hay herbicidas específicos por lo que el control de malas hierbas se hace mediante la utilización de un aricador. “Mediante una falsa siembra, con un pequeño riego, para que broten las malas hierbas y después hacer las labores y sembrar”, explica Aparicio. Además, se realiza un tratamiento insecticida contra la pulguilla.

De momento los rendimientos en estos ensayos no son suficientes. “Cosechamos tarde, pero aun así obtuvimos 1.800 kilos por hectárea. Creemos que optimizando todo lo que es el manejo de cultivo podremos llegar sin problemas a unas producciones de entre 2.000 y 2.500 kilos que son muy interesantes para un cultivo con un precio alto por la demanda de alrededor de 1,20 €/kg en origen.

La comercialización es sencilla simplemente limpiar la semilla, que sale ya bastante limpia, y directamente a la harinera para moler a diferencia de lo que pasa con la quinoa.

Gracias a sus beneficios nutricionales, sin gluten y con más proteína y aminoácidos que el trigo, la demanda y perspectivas del amaranto son cada vez mayores. “Especialmente en ecológico donde su valor aumenta”. Cada vez son más los productos que se introducen en los lineales con este pseudocereal al amparo de sus beneficios saludables. El amaranto ayuda a reducir los niveles de colesterol en sangre gracias a su aporte de grasas insaturadas y participa en la prevención y el tratamiento de enfermedades cardiovasculares. También posee un bajo índice glucémico, ideal para los diabéticos.

El amaranto se puede consumir en forma de semillas, aceite y harina. La NASA ha contado, de hecho, con sus servicios en la carrera espacial. Este organismo estadounidense ha calificado el amaranto como un cultivo CELLSS (Controlled Ecological Life Support System), que significa que este remueve el dióxido de carbono de la atmósfera y, al mismo tiempo, proporciona alimento, oxígeno y agua a los astronautas.